Bueno les dejo el cap 8 espero les guste!! Gracias a las nuevas lectoras por las firmas! Me gustaria que firmaran algunas mas ya que hay bastantes visualizaciones! Si hay mas firmas les dejo el 9 mas tarde! Besoss :)
Capítulo
Ocho
La mañana del lunes Lali
pensó en poner un anuncio para manicura en el pequeño diario del pueblo, pero
se resistía a la idea porque la peluquería estaría abierta sólo siete meses. Se
había pasado la noche sin dormir pensando formas de que el negocio fuera un
éxito, aunque lo tuviera poco tiempo. Quería sentirse orgullosa de sí misma.
Iba a ganar su guerra capilar secreta con Helen y a mantenerse tan lejos de Peter
como fuera humanamente posible.
Después de abrir la
peluquería, cogió un póster de Claudia Schiffer, con su perfecto cuerpo dentro
de un vestido de Valentino, con su pelo dorado y rizado revuelto
inteligentemente alrededor de su bella cara. No había nada como un póster
encantador para llamar la atención.
Lali se sacó los
zapatos de enormes hebillas y se subió al escaparate delante de la ventana. Acababa
de pegar el póster en el vidrio cuando la campana de encima de la puerta sonó.
Ella miró a su izquierda y colocó la cinta adhesiva en la encimera. Una de las
gemelas Howell acababa de entrar en la peluquería, su pelo castaño claro estaba
apartado de su bonita cara por una cinta ancha roja.
—¿En que te puedo
ayudar?— preguntó Lali mientras bajaba con cuidado, se preguntó si sería la
gemela que había montado en la Harley de Peter la noche del sábado pasado. Si
era ella, entonces la mujer tenía mayores problemas que las puntas abiertas.
Sus ojos azules
recorrieron a Lali de pies a cabeza, fijándose en sus ceñidas mallas a rayas
verdes y negras, en su pantalón tirolés verde, y el jersey de cuello vuelto
negro.
—¿Atiendes sin cita
previa?— preguntó.
Lali estaba desesperada
por tener clientes, desesperada por cualquiera que no entrara en la categoría
de tercera edad, pero se había percatado del examen exhaustivo de la mujer,
como si anduviera buscando defectos. A Lali no le importaba si perdía a esta
potencial clienta, así que le dijo:
— Sí, pero cobro
veinticinco dólares.
—¿Eres buena?
—Soy lo mejor que
encontrarás por aquí—. Lali se puso los zapatos, un poco asombrada de que la
mujer no se hubiera marchado ya, corriendo calle abajo a por un corte de pelo
de diez dólares.
—Eso no dice mucho.
Helen es horrible.
Quizá la había juzgado
precipitadamente.
—Bueno, no soy
horrible, —dijo simplemente—. De hecho, soy muy buena.
La mujer cogió la cinta
de la cabeza y se la quitó del pelo.
—Quiero mechas y capas
hasta aquí— dijo, indicando su mandíbula—. Sin flequillo.
Lali inclinó la cabeza
a un lado. La mujer tenía la línea de la mandíbula fuerte y pómulos altos. Su
frente estaba en proporción con el resto de su cara. El corte que quería le
quedaría bien, pero con esos grandes ojos azules, Lali sabía que algo más corto
y masculino le quedaría genial.
—Acompáñame.
—Nos vimos brevemente
en la fiesta del Cuatro de julio — dijo la gemela siguiendo a Lali—. Soy Lanna
Howell.
Lali se detuvo delante
de la zona de lavar el pelo.
—Sí, te reconocí—. Lanna
se sentó y Lali puso sobre los hombros de la mujer una capa plateada y una
mullida toalla blanca—. Tienes una hermana gemela, ¿no?— preguntó, cuando lo
que realmente quería saber era si ésta era la hermana que se había pegado como
una lapa a Peter la otra noche.
—Si, Lonna.
—Eso mismo —dijo
analizando el pelo de su cliente entre los dedos y el pulgar. Luego colocó la
capa sobre la parte posterior de la silla y con cuidado inclinó a Lanna hacia
atrás hasta que su cuello descansó cómodamente en la hueco del lavacabezas—. ¿Qué
sueles echarle al pelo?— cogió el grifo y probó la temperatura del agua con su
mano.
—Sun-Inn y zumo de
limón.
Lali mentalmente puso
los ojos en blanco ante la lógica de algunas mujeres que gastaban mucho dinero
en cosméticos, y luego en casa utilizaban un champú barato para el cabello.
Con una mano protegió
la cara, la nuca y las orejas de Lanna mientras con la otra mojaba el pelo con
agua caliente. Usó un champú fresco y un acondicionador natural, y mientras
trabajaba, las dos mujeres hablaron sobre el clima y los bellos colores de
otoño. Cuando acabó, envolvió la cabeza de Lanna en una toalla y la dirigió a
una silla del salón.
—Mi hermana me dijo que
te vio la otra noche en Hennesey's, —indicó Lanna mientras Lali escurría el
agua de su pelo.
Lali miró el gran
espejo de la pared, estudiando el reflejo de Lanna. Entonces, pensó agarrando
el peine, era la otra gemela la que había estado con Peter.
—Bueno, estaba allí.
Vino un grupo de blues bastante bueno desde Boise.
—Eso es lo que oí.
Trabajo en el restaurante de la pequeña fábrica de cerveza, así que no pude ir.
Mientras Lali
desenredaba los nudos y disponía el pelo en cinco mechones que aseguró con
pinzas, cambió de tema a propósito. Le preguntó a Lanna acerca de su trabajo, y
la conversación derivó al Gran Festival De Esculturas de Hielo que el pueblo
mantenía cada diciembre. Según Lanna, el festival se había convertido en todo
un acontecimiento.
De niña, Lali había
sido tímida e introvertida. Pero después de años intentando que sus clientas se
sintieran cómodas, había cogido el toro por los cuernos y hablaba con
cualquiera de cualquier cosa. Podía soñar sobre Brad Pitt tan fácilmente como
podía compadecerse de los dolores de barriga. Las peluqueras eran un poco como
los camareros o los sacerdotes. Algunas personas parecía como si estuvieran
compelidas a escupir sus vísceras y confesarle detalles bochornosos de sus
vidas. Escuchar confesiones mientras peinaba era sólo una de las muchas cosas
que había perdido en su vida cuando aceptó las condiciones del testamento de
Henry. También había perdido la competencia y la camaradería entre peluqueras y
todos los chismes jugosos que hacían que la vida de Lali pareciera hogareña en
comparación.
—¿De qué conoces a Peter
Lanzani?
La mano de Lali se
detuvo, y luego siguió cortando un mechón de pelo en el centro de la nuca de
Lanna.
—Crecimos aquí en Truly
al mismo tiempo.
—¿Pero lo conoces muy
bien?
Miró al espejo otra
vez, luego a la espalda bajo sus manos, tijereteando una línea recta de
izquierda a derecha.
—No creo que nadie
conozca realmente a Peter. ¿Por qué?
—Mi amiga Gail cree que
está enamorada de él.
—Entonces tiene toda mi
simpatía.
Lanna se rió.
—¿A ti no te importa?
—Claro que no—. Incluso
si pensara que Peter era capaz de amar a alguna mujer, él no le concernía—. ¿Por
qué me debería importar?— preguntó y quitó una de las pinzas de la cabeza de
Lanna y la puso en el bolsillo de su tirolés.
—Gail me contó todo
sobre Peter y lo que sucedió cuando vivías aquí.
Lali ocultó su sorpresa
mientras peinaba y cortaba el nuevo mechón.
—¿Qué versión oíste?
—La de que tuviste que
dejar el pueblo hace años para tener al bebé de Peter.
Lali sintió como si la
hubieran golpeado en el estómago y sus manos se detuvieron otra vez. No debería
haber preguntado. Había habido varios rumores recorriendo Truly cuando se había
marchado, pero nunca había oído aquél. Su madre nunca lo había mencionado, pero
claro que no lo haría. A Gwen no le gustaba hablar de la razón real por la que Lali
había dejado Truly. Su madre siempre hablaba de esa época en términos de
“cuando te fuiste para estudiar”. Lali no sabía por qué esas viejas noticias la
deberían molestar ahora, pero lo hacían.
—¿En serio? Eso es
nuevo para mí — dijo, la hizo inclinar la cabeza y deslizó el pelo de Lanna
entre sus dedos. Abrió las tijeras y cortó en línea recta. No podía creer que
el pueblo hubiera pensado que estaba embarazada. Bueno, en realidad, pensó que
podría haber pasado. Se preguntó si Cande o Peter conocerían el rumor.
—Lo siento—. Lanna
interrumpió sus pensamientos—. Creía que lo sabías. Supongo que he metido la
pata.
Lali la miró. Lanna
parecía sincera, pero no la conocía bien así que no estaba realmente segura.
—Simplemente es un poco
chocante oír que he tenido un niño cuando nunca he estado embarazada—. Soltó
otro mechón y lo peinó. —Especialmente con Peter. Ni siquiera nos gustamos.
—Eso tranquilizará a
Gail. También a Lonna. Las dos tienen una especie de competición por el mismo
hombre.
—Pensaba que eran
amigas.
—Lo son. Si salieses
con Peter, te haría saber que el matrimonio no le interesa. A Lonna no le
importa, pero Gail intenta conseguir la casa.
—¿Conseguir la casa?
¿Cómo?
—Lonna dice que Peter
nunca lleva a las mujeres a su casa para acostarse con ellas. Las lleva a
moteles o a algún otro sitio. Gail cree que si consigue que la lleve a su casa
para hacer el amor, conllevará otras cosas también. Como un diamante grande y
recorrer el pasillo hacia el altar.
—Peter debe tener una
cuenta enorme de motel.
—Probablemente—. Lanna
se rió.
—¿No te importa?
—¿A mi? Puede, si
estuviera saliendo con él, pero no lo estoy. Yo y mi hermana nunca salimos con
los mismos hombres.
Lali se sintió
aliviada, aunque reconocía que no le debería importar si Peter practicaba el
sexo en grupo con un par de bellas gemelas.
—¿En serio, eso no
molesta a tu hermana?
—No realmente. No anda
buscando marido. No como Gail. Gail cree que lo hará cambiar de idea, pero no
lo hará. Cuando Lonna os vio a ti y a Peter bailando la otra noche, se preguntó
si eras otra de sus mujeres.
Lali movió la silla y
aflojó la última pinza.
—¿Viniste aquí a
arreglarte el pelo, o a conseguir información para tu hermana?
—Las dos cosas — Lanna
se rió—. Pero me gustó tu pelo la primera vez que lo ví.
—Gracias. ¿Has pensado
alguna vez en cortártelo más?— preguntó, cambiando otra vez de tema a propósito—.
¿Realmente corto, como Halle Berry en Los
Picapiedra?
—No creo que me quedara
bien.
—Créeme, estarías
impresionante. Tienes los ojos grandes y la cabeza con una forma perfecta. La
mía es una especie de flecha así que necesito un montón de volumen.
—Tendría que pensar en
eso durante mucho tiempo.
Lali dejó las tijeras y
le echó un poco de espuma. Envolvió las puntas del pelo de Lanna alrededor de
un gran cepillo redondo y lo secó con el secador. Cuando acabó, le dio un
espejo oval.
—¿Qué crees?—preguntó,
a sabiendas de que se veía muy bien.
—Creo — contestó Lanna
lentamente mientras estudiaba su pelo por detrás, — que no necesito conducir
los cien kilómetros hasta Boise para cortarme otra vez el pelo.
Después de que Lanna se
fue, Lali barrió el pelo y enjuagó el lavacabezas. Pensó en el viejo rumor de
hacía diez años de que se había ido del pueblo porque llevaba el niño de Peter.
Se preguntó qué otros chismes habrían corrido cuando había dejado el pueblo por
una habitación en la Universidad de Idaho. Tal vez le preguntaría a su madre
esa noche cuando fuera en coche para la cena.
Pero no tuvo ocasión de
preguntarle. Se encontró con que Harrison le abría la puerta con un vaso de
whisky en la mano y una sonrisa acogedora en la cara.
—Gwen está en la cocina
haciendo algo de cordero, —dijo cuando cerró la puerta detrás de ella—. Espero
que no te importe que tu madre me invitase esta noche.
—Claro que no—. Los
olores maravillosos del cocido de su madre llenaron la cabeza de Lali e
hicieron agua su boca. Nadie cocinaba una pierna de cordero como Gwen, y los
aromas de la cocina envolvieron a Lali en los cálidos recuerdos de las
ocasiones especiales en la casa Espósito, como Pascuas o su cumpleaños cuando
tenía permiso de escoger su comida favorita.
—¿Cómo va tu
peluquería?— preguntó mientras le echaba una mano con su abrigo largo de lana,
colgándolo en el perchero del vestíbulo.
—Muy bien—. Últimamente,
parecía que Gwen pasaba bastante tiempo con Max, y Lali se preguntó que pasaba
entre su madre y el abogado de Henry. No veía a su madre como la amante de
ningún hombre. Era demasiado estirada, y Lali se figuró que no podría ser otra
cosa que amistad—. Deberías venir y dejar que te corte el pelo.
Su risa silenciosa hizo
sonreír a Lali.
—Podría hacerlo —dijo
mientras se dirigían hacia el fondo de la casa.
Cuándo entraron en la
cocina, Gwen los miró con un manojo de zanahorias pequeñas en la mano. Un ceño
fruncido casi imperceptible estrechaba los ojos de Gwen un poco, y Lali supo
que algo andaba mal.
¡Joder! Alguien tenía un
problema, y dudaba que fuera Max.
—¿Qué celebramos?
—Nada. Quise hacer tu
plato favorito—. Gwen miró a Max y le dijo — En cada cumpleaños, Lali siempre
pedía que hiciese cordero. Otros niños habrían querido pizza o hamburguesas,
pero no ella.
Tal vez el problema
tampoco fuera suyo, pero dibujó una sonrisa alegre por si acaso.
—¿Cómo te puedo ayudar?
—Puedes sacar la
ensalada del refrigerador y la puedes aliñar, por favor.
Lali hizo lo que le
dijo y luego llevó la fuente al comedor. La mesa estaba adornadas con bellas
rosas, velas de cera de abejas, estilo Royal Doulton y
damasco fino. Parecía ser una ocasión especial. Podía significar dos cosas
completamente diferentes. Que se debía preocupar, o que no se debía preocupar
por nada. Quizá su madre simplemente quería disfrutar de una buena comida, o se
escondía tras una máscara.
Lali supo a los pocos
minutos de estar sentada que era esto último. Había algo chocante en el cuadro
perfecto. La conversación durante la cena fue agradablemente superficial, pero
una corriente de tensión se escondía justo debajo. Max podía no verlo, pero Lali
tenía un mal presentimiento. Lo sintió al llegar y mientras se comía el cordero
con menta de su madre. Sonrió y se rió y entretuvo a Max con historias de todos
los lugares donde había vivido. Supo mantener el tipo, pero cuando ayudó a
llevar los platos de la cena a la cocina, su dolor de cabeza martilleó en su
entrecejo. Tal vez con Max allí, podría hacer una rápida escapada antes de que
su cabeza estallase—. Bueno, —dijo mientras colocaba los platos al lado del
fregadero — Odio comer e irme, pero…
—Max, —interrumpió
Gwen, — ¿Podrías dejar solas a las chicas un momentito?
Joder.
—Claro, iré a examinar
esos contratos a los que querías que echara un vistazo.—
—Gracias. No tardaré.
Gwen esperó hasta que
oyó que las puertas del despacho de Henry se cerraban antes de decir:
— Necesito hablar
contigo sobre tu escandaloso comportamiento
—¿Qué escandaloso
comportamiento?
—Trudie Duran me llamó
esta tarde para informarme que Tommy Markham y tú os emborrachabais juntos
mientras su esposa estaba de viaje. Según Trudie, todo el mundo en el Shop
N-Kart hablaba de eso.
—¿Quién es Trudie
Duran?— preguntó Lali, su cabeza le estallaba.
—¡Eso no tiene
importancia! ¿Es cierto?
Cruzó los brazos debajo
de los pechos y frunció el ceño.
—No. Ví a Tommy en
Hennesey la otra noche, y hablamos un poco. Cande estuvo con nosotros la mayor
parte del tiempo.
—Bueno, que alivio—. Gwen
cogió un rollo de papel de estaño y cortó un gran trozo —Y luego, por si eso no
fuera lo suficientemente malo, me dijo que su hija Gina te vio besándote con Peter
Lanzani en la pista de baile—. Con tranquilidad colocó la fina hoja metálica
encima de la encimera—. Le dije que debía ser un error, porque estoy segura de
que nunca harías una cosa tan estúpida. Dime que se equivocó.
—De acuerdo, se
equivocó.
—¿Y es verdad?
Lali pensó la respuesta
pero supo que tarde o temprano la mentira la pillaría. Además, no era una niña
que temiera un castigo, y no iba a dejar que su madre la riñera como cuando era
pequeña.
—No.
—¿En qué estabas
pensando? Dios mío, ese chico y toda su familia no son nadie, nos han molestado
desde el momento en que llegamos a este pueblo. Son rudos y celosos.
Especialmente de ti, aunque Benita ciertamente me ha mostrado su lado feo en
más de una ocasión. ¿Has olvidado lo que sucedió hace diez años? ¿Has olvidado
como te engañó Peter? ¿Qué dolor y humillación nos causó a todos nosotros?
—No fue a todos
nosotros. Fue a mí, y no, no lo he olvidado. Pero estás haciendo una montaña de
un grano de arena — tranquilizó a su madre, pero no se sentía con ganas de nada—.
No pasó nada. Fue tan
insignificante, que ni quiero hablar sobre ello. Ni siquiera quiero
pensarlo.
—Bueno, pues es mejor
que pienses en eso. Sabes cómo adora la gente de este
pueblo los rumores, especialmente cuando se trata de nosotros.
Lali pensó que a la
mayoría de la gente de Truly le gustaba esparcir chismes, incluyendo a Gwen,
pero no creía que se esmeraran especialmente en los que concernían a los Espósitos.
Los chismes jugosos obtenían mucha atención, pero como siempre, su madre le
daba demasiada importancia—. De acuerdo, pensaré en ello—. Cerró los ojos y presionó
la frente con los dedos.
—Espero que lo hagas, y
por el amor de Dios, mantente lejos de Peter Lanzani.
Tres millones de
dólares,
se dijo a sí misma. Puedo hacer esto por tres millones.
—¿Qué te pasa? ¿Estás
enferma?
—Sólo tengo dolor de
cabeza—. Respiró profundamente y dejó caer las manos—. Me tengo que ir.
—¿Estás segura? ¿No
puedes quedarte para el postre? Lo compré en el Bakery Basket de la Sexta.
Lali declinó y atravesó
el vestíbulo hasta el despacho de Henry. Le dio las buenas noches a Max, luego
cogió su abrigo y metió las manos en las mangas.
Su madre apartó las
manos de Lali y la abotonó como si tuviera cinco años otra vez.
—Te quiero, y me
preocupa que estés en ese pequeño apartamento en el centro—. Lali abrió la boca
para discutir, pero Gwen puso un dedo en sus labios para silenciarla—. Sé que
no quieres volver a mudarte aquí ahora, pero sólo quiero que sepas que si
cambias de idea, me gustaría que volvieras.
A punto estuvo Lali de
convencerse de que su madre era la madre ideal, una mujer cambiada. Pero
siempre había sido de esa manera.
—Lo recordaré, — dijo Lali,
apresurándose a salir por la puerta antes de que las cosas volvieran a cambiar.
Gwen clavó los ojos en
la puerta cerrada y suspiró. No entendía a Lali. Para nada.
No entendía porque su
hija insistía en vivir en ese pequeño y horrible apartamento cuando no tenía
por que hacerlo. No comprendía que alguien a quien le habían dado tantas
oportunidades hubiera rechazado todo por una vida errante. Y aunque no podía
evitarlo no podía dejar de estar un poco de decepcionada con ella.
Henry había querido
darle a Lali todo, y lo había rechazado. Todo lo que hubiera tenido que hacer
era dejar que él la guiara, pero Lali había querido su libertad. Hasta donde
Gwen veía, la libertad estaba supervalorada. No alimentaba a una mujer o a su
niña, y no quitaba el miedo que atenazaba el estómago en mitad de la noche.
Algunas mujeres podrían cuidarse solas, pero Gwen no era una de esas mujeres.
Necesitaba y quería un hombre que la cuidara.
Cuando conoció a Henry Espósito,
supo simplemente que era el hombre para ella. Poderoso y rico. Había sido
peluquera y trabajaba como peluquera con las Showgirls de Las Vegas, y lo
odiaba. Después de una de las funciones, Henry había ido al camerino de su
última novia y había salido con Gwen. Era tan guapo y con tanta clase. Una
semana más tarde, se casó con él.
Ella había amado a
Henry Espósito, pero más que amarlo, le estaba agradecida. Con su ayuda, vivió
la vida que siempre había soñado. Con Henry, la decisión más difícil que tuvo
que tomar fue qué servir para cena o a qué club asociarse. Gwen giró y caminó
por el vestíbulo hacia la oficina de Henry. Por supuesto había habido un
trueque por todos esos privilegios. Henry había querido un hijo legítimo, y
cuando ella no concibió, la culpó. Después de intentarlo durante años,
finalmente lo había convencido para ir a ver un médico especialista en
fertilidad, y tal como Gwen había sospechado, Henry era prácticamente estéril.
Tenía un espermiograma muy bajo, y de los pocos espermatozoides que tenía la
mayoría eran deformes y lentos. El diagnóstico insultó y enfureció a Henry, y
quiso hacer el amor todo el tiempo sólo para desmentir a todos los médicos.
Estaba tan empeñado y tan seguro de que podría concebir un niño. Por supuesto
que los doctores no habían estado equivocados. Habían tenido relaciones
sexuales todo el tiempo, incluso cuando ella no quería. Pero nunca había sido
realmente malo, y la restitución había valido la pena. Las personas la
admiraban en la comunidad, y tenía una vida llena de cosas bellas.
Después de unos años,
él perdió las esperanzas de tener un niño con ella. Peter acababa de regresar
al pueblo y Henry centró la atención en el hijo que ya tenía. A Gwen no le
gustaba Peter. No le gustaba esa familia, pero había estado agradecida cuando
Henry finalmente volcó su obsesión hacia su hijo.
Cuando Gwen entró en la
habitación, encontró a Max de pie delante del escritorio de Henry mirando unos
documentos que había sobre el escritorio. Él la miró y una sonrisa arrugó el
rabillo de sus ojos azules. Las canas plateadas comenzaban a aparecerle en las
sienes, y más últimamente, se preguntó lo que sería que la tocara un hombre de
su propia edad. Un hombre tan bien parecido como Max.
—¿Se fue Lali?— preguntó
bordeando el escritorio hacia ella.
—Acaba de irse. Me
preocupa. Está tan desorientada, es tan inconsciente. No creo que crezca nunca.
—No te preocupes. Es
una chica lista.
—Sí, pero tiene casi
treinta años. Ella…
Max acarició con el
índice sus labios y su mejilla y silenció sus palabras.
—No quiero hablar de Lali.
Ya es mayor. Has cumplido con tu trabajo, ahora necesitas dejarla en paz y
pensar en otra cosa.
La mirada de Gwen se
entrecerró. No sabía de qué hablaba Max. Lali necesitaba la guía de su madre.
Había vivido como una gitana demasiado tiempo.
—¿Cómo puedes decir
eso? Es mi hija. ¿Cómo es posible que no piense en ella?
—En vez de en ella,
piensa en mí —dijo bajando la cabeza y besando suavemente su boca.
Al principio, los
labios que presionaban los suyos eran extraños. No podía recordar un tiempo en
que la besara otro hombre que no fuera Henry. Llegó al borde con su boca sobre
la de ella, y ella sintió el primer tanteo de su lengua. El placer atravesó su piel,
y su corazón pareció triplicar sus latidos. Ella había querido saber qué se
sentía al ser tocada por Max, y ahora lo sabía. Se sintió mejor de lo que había
supuesto.
Al salir de la casa de
su madre, Lali paró en la farmacia de Value Rite para
coger un bote de Tylenol,
cuatro paquetes de papel higiénico y un paquete Reese de mantequilla de
cacahuete. Cogió dos cajas de tampones porque estaban de oferta y paró en la
sección de revistas. Cogió una que olía a un perfume y que prometía revelar
“Los Secretos de los hombres”. La hojeó y la metió en el carrito, con la
intención de leerlo en la bañera cuando llegase a casa. En el pasillo cuatro
metió una vela aromática, y cuando cruzaba por el pasillo cinco hacia la caja,
prácticamente atropelló a Helen Markham.
Helen parecía cansada,
y por el odio que brillaba intensamente en sus ojos, obviamente había oído las
últimas noticias.
Lali casi sintió
lástima por ella. La vida de Helen no podía ser fácil, y Lali creyó que tenía
dos elecciones: Hacer que su enemiga se reconcomiera, o sacarla de dudas.
—Espero que no creas
ese rumor sobre Tommy y yo — dijo—. No es cierto.
—Mantente lejos de mi
marido. No quiere que le hagas más insinuaciones amorosas.
Eso por tratar de ser
amable.
—Nunca le hice
insinuaciones amorosas a Tommy.
—Siempre has estado
celosa de mí. Siempre, y ahora crees que puedes robarme a mi marido, pero no
podrás.
—No quiero a tu marido
—dijo, terriblemente consciente de las dos cajas de tampones de su carrito,
como si una no fuera suficiente.
—Le has querido desde
que estábamos en secundaria. Nunca has podido soportar que me eligiera a mí.
La mirada de Lali miró
el contenido del carrito de Helen. Un bote de Robitusson, pinzas, un paquete de
salvaslip y una caja de Correctol. Lali sonrió, sintiendo una leve ventaja.
Laxante e higiene femenina.
—Él sólo te escogió
porque no me acostaba con él, y lo sabes. Todo el mundo lo supo entonces y todo
el mundo lo sabe ahora. Si no hubieras actuado como si estuvieras pegada a un
colchón, entonces no se habría acostado contigo.
—Eres patética, Lali Espósito.
Siempre lo has sido. Ahora crees que puedes regresar, y quedarte con mi marido
y mi negocio.
—Te dije que no quiero
a Tommy—. Ella apuntó a Helen con un dedo y se inclinó hacia adelante—. Pero
ten cuidado, porque te voy a dejar sin negocio—. Su sonrisa transmitía una
seguridad que no sentía mientras empujaba su carrito detrás de Helen hacia la
parte delantera de la tienda. En cuanto a la guerra capilar, iba a darle una
patada en el culo a Helen.
Las manos de Lali
temblaban cuando colocó sus compras en la caja. Todavía temblaban cuando
condujo a casa y cuándo metió la llave en el cerrojo de la puerta de su
apartamento. Encendió la tele para oír el ruido de las noticias de las diez y
vació su compra en la encimera de la cocina. El día había comenzado bien, pero
se había ido al carajo rápidamente. Primero su madre, luego Helen. Los rumores
sobre ella arrasaban las líneas telefónicas de Truly, y no había nada que
pudiera hacer.
Su cabeza latía y
parecía que le iba a estallar, se tomó cuatro Tylenol. Era culpa de Tommy y de Peter.
Estaba ocupada en sus cosas cuando ambos hombres la habían abordado. Si la
hubieran dejado sola, esta noche no habría ocurrido nada. No se habría tenido
que defender de su madre, y no habría tenido nada que aclarar con Helen en el
Value Rite.
Lali agarró la revista,
luego se dirigió hacia el cuarto de baño y llenó la bañera. Tan pronto como se
desnudó, se hundió en el agua caliente. Un estremecimiento recorrió su columna
vertebral y suspiró. Trató de leer, pero su mente estaba inmersa en la forma de
robarle el negocio a Helen. Se preguntó si el cabrón de Tommy, realmente le
había dicho a su esposa que Lali le había hecho insinuaciones amorosas, pero
supuso que realmente no tenía importancia.
Los pensamientos daban
vueltas en su cabeza regresando a Peter y a los rumores. Comenzaban de nuevo.
Diez años atrás, los dos habían sido un tema candente, aparentemente los habían
emparejado después de que ella hubiera dejado el pueblo. No quería ser
emparejada con Peter. No quería que la miraran como si fuera una de sus
mujeres. Y probablemente no sería así si él no la hubiera sacado a la fuerza a
la pista de baile y la hubiera besado hasta que sintió el sol bajo sus pies.
Con muy poco esfuerzo, había hecho latir su corazón a toda velocidad y temblar
su cuerpo. No sabía por qué razón Peter de todos los hombres la podía poner del
revés con sólo un beso, pero obviamente no era la única. Estaban Gail y Lonna
Howell, sólo esas dos que ella supiera.
Buscó un artículo de la
revista sobre las feromonas y el poderoso efecto que tenían en el sexo
contrario. Si lo que leía era cierto, entonces Peter tenía ventaja. Era el
flautista de Hamelin de las feromonas, y Lali simplemente otra rata
susceptible.
Permaneció en la bañera
hasta que el agua se puso fría y salió y se vistió para ir a la cama con un
camisón de franela y calcetines gruesos que le llegaban a las rodillas. Puso el
despertador para las ocho y media y luego se deslizó bajo su grueso edredón
nuevo. Trató de sacar de su cabeza a Peter y a Tommy, a Gwen y a Helen, pero
después de tres horas de oír el tictac del reloj digital, fue al botiquín y
buscó cualquier cosa que pudiera ayudarla a dormir. Todo lo que tenía era una
botella de Nyquil que había traído de Phoenix. Se tomó un par de tragos y finalmente se fue a
dormir.
Pero no encontró
descanso en el sueño. Soñó que se quedaba en Truly de por vida. El reloj estaba
parado. Los días no transcurrían. El calendario estaba siempre en el treinta de
mayo. No había nada más.
Cuando Lali se
despertó, fue con un golpeteo en la cabeza y el zumbido del despertador. Se
sintió aliviada por escapar de la pesadilla. Apretó el botón de apagado de su
reloj y cerró sus ojos. El golpeteo continuaba y se dio cuenta de que no era en
su cabeza, sino en la puerta principal. Atontada por la falta de sueño y los
lingotazos de Nyquil, tropezó en la sala de estar. Con sus calcetines alrededor
de los tobillos, abrió bruscamente la puerta. Inmediatamente levantó el brazo
como un vampiro, protegiendo sus ojos del sol matutino que le quemaba la cornea.
De reojo, entre la niebla que le nublaba la vista, observó que la boca de Peter
Allegraza se curvaba lentamente en una sonrisa. El aire frío golpeó su cara y
casi la dejó sin respiración.
—¿Qué quieres?—
inspiró con dificultad.
—Buenos días, Rayo de
sol.
Estaba riéndose a costa
de ella otra vez y le dio un portazo. Peter era la última persona que quería
ver en ese momento.
Su risa continuó
mientras le gritaba desde fuera.
—Necesito la llave de
la puerta trasera de tu peluquería.
—¿Por qué?
—Pensaba que querías
cambiar las cerraduras.
Como me gusta la nove estoy super enganchada !!!
ResponderEliminarSubi otrooo porfiss
Un beso
leti2311
me encantttaa! qiiieroo Maaas!!!
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