sábado, 19 de mayo de 2012

Cap 8

Hola!!! Bueno perdonen que ayer no subi!! No estaba en mi compu!
Bueno les dejo el cap 8 espero les guste!! Gracias a las nuevas lectoras por las firmas! Me gustaria que firmaran algunas mas ya que hay bastantes visualizaciones! Si hay mas firmas les dejo el 9 mas tarde! Besoss :)


Capítulo Ocho



La mañana del lunes Lali pensó en poner un anuncio para manicura en el pequeño diario del pueblo, pero se resistía a la idea porque la peluquería estaría abierta sólo siete meses. Se había pasado la noche sin dormir pensando formas de que el negocio fuera un éxito, aunque lo tuviera poco tiempo. Quería sentirse orgullosa de sí misma. Iba a ganar su guerra capilar secreta con Helen y a mantenerse tan lejos de Peter como fuera humanamente posible.
Después de abrir la peluquería, cogió un póster de Claudia Schiffer, con su perfecto cuerpo dentro de un vestido de Valentino, con su pelo dorado y rizado revuelto inteligentemente alrededor de su bella cara. No había nada como un póster encantador para llamar la atención.
Lali se sacó los zapatos de enormes hebillas y se subió al escaparate delante de la ventana. Acababa de pegar el póster en el vidrio cuando la campana de encima de la puerta sonó. Ella miró a su izquierda y colocó la cinta adhesiva en la encimera. Una de las gemelas Howell acababa de entrar en la peluquería, su pelo castaño claro estaba apartado de su bonita cara por una cinta ancha roja.
—¿En que te puedo ayudar?— preguntó Lali mientras bajaba con cuidado, se preguntó si sería la gemela que había montado en la Harley de Peter la noche del sábado pasado. Si era ella, entonces la mujer tenía mayores problemas que las puntas abiertas.
Sus ojos azules recorrieron a Lali de pies a cabeza, fijándose en sus ceñidas mallas a rayas verdes y negras, en su pantalón tirolés verde, y el jersey de cuello vuelto negro.
—¿Atiendes sin cita previa?— preguntó.
Lali estaba desesperada por tener clientes, desesperada por cualquiera que no entrara en la categoría de tercera edad, pero se había percatado del examen exhaustivo de la mujer, como si anduviera buscando defectos. A Lali no le importaba si perdía a esta potencial clienta, así que le dijo:
— Sí, pero cobro veinticinco dólares.
—¿Eres buena?
—Soy lo mejor que encontrarás por aquí—. Lali se puso los zapatos, un poco asombrada de que la mujer no se hubiera marchado ya, corriendo calle abajo a por un corte de pelo de diez dólares.
—Eso no dice mucho. Helen es horrible.
Quizá la había juzgado precipitadamente.
—Bueno, no soy horrible, —dijo simplemente—. De hecho, soy muy buena.
La mujer cogió la cinta de la cabeza y se la quitó del pelo.
—Quiero mechas y capas hasta aquí— dijo, indicando su mandíbula—. Sin flequillo.
Lali inclinó la cabeza a un lado. La mujer tenía la línea de la mandíbula fuerte y pómulos altos. Su frente estaba en proporción con el resto de su cara. El corte que quería le quedaría bien, pero con esos grandes ojos azules, Lali sabía que algo más corto y masculino le quedaría genial.
—Acompáñame.
—Nos vimos brevemente en la fiesta del Cuatro de julio — dijo la gemela siguiendo a Lali—. Soy Lanna Howell.
Lali se detuvo delante de la zona de lavar el pelo.
—Sí, te reconocí—. Lanna se sentó y Lali puso sobre los hombros de la mujer una capa plateada y una mullida toalla blanca—. Tienes una hermana gemela, ¿no?— preguntó, cuando lo que realmente quería saber era si ésta era la hermana que se había pegado como una lapa a Peter la otra noche.
—Si, Lonna.
—Eso mismo —dijo analizando el pelo de su cliente entre los dedos y el pulgar. Luego colocó la capa sobre la parte posterior de la silla y con cuidado inclinó a Lanna hacia atrás hasta que su cuello descansó cómodamente en la hueco del lavacabezas—. ¿Qué sueles echarle al pelo?— cogió el grifo y probó la temperatura del agua con su mano.
—Sun-Inn y zumo de limón.
Lali mentalmente puso los ojos en blanco ante la lógica de algunas mujeres que gastaban mucho dinero en cosméticos, y luego en casa utilizaban un champú barato para el cabello.
Con una mano protegió la cara, la nuca y las orejas de Lanna mientras con la otra mojaba el pelo con agua caliente. Usó un champú fresco y un acondicionador natural, y mientras trabajaba, las dos mujeres hablaron sobre el clima y los bellos colores de otoño. Cuando acabó, envolvió la cabeza de Lanna en una toalla y la dirigió a una silla del salón.
—Mi hermana me dijo que te vio la otra noche en Hennesey's, —indicó Lanna mientras Lali escurría el agua de su pelo.
Lali miró el gran espejo de la pared, estudiando el reflejo de Lanna. Entonces, pensó agarrando el peine, era la otra gemela la que había estado con Peter.
—Bueno, estaba allí. Vino un grupo de blues bastante bueno desde Boise.
—Eso es lo que oí. Trabajo en el restaurante de la pequeña fábrica de cerveza, así que no pude ir.
Mientras Lali desenredaba los nudos y disponía el pelo en cinco mechones que aseguró con pinzas, cambió de tema a propósito. Le preguntó a Lanna acerca de su trabajo, y la conversación derivó al Gran Festival De Esculturas de Hielo que el pueblo mantenía cada diciembre. Según Lanna, el festival se había convertido en todo un acontecimiento.
De niña, Lali había sido tímida e introvertida. Pero después de años intentando que sus clientas se sintieran cómodas, había cogido el toro por los cuernos y hablaba con cualquiera de cualquier cosa. Podía soñar sobre Brad Pitt tan fácilmente como podía compadecerse de los dolores de barriga. Las peluqueras eran un poco como los camareros o los sacerdotes. Algunas personas parecía como si estuvieran compelidas a escupir sus vísceras y confesarle detalles bochornosos de sus vidas. Escuchar confesiones mientras peinaba era sólo una de las muchas cosas que había perdido en su vida cuando aceptó las condiciones del testamento de Henry. También había perdido la competencia y la camaradería entre peluqueras y todos los chismes jugosos que hacían que la vida de Lali pareciera hogareña en comparación.
—¿De qué conoces a Peter Lanzani?
La mano de Lali se detuvo, y luego siguió cortando un mechón de pelo en el centro de la nuca de Lanna.
—Crecimos aquí en Truly al mismo tiempo.
—¿Pero lo conoces muy bien?
Miró al espejo otra vez, luego a la espalda bajo sus manos, tijereteando una línea recta de izquierda a derecha.
—No creo que nadie conozca realmente a Peter. ¿Por qué?
—Mi amiga Gail cree que está enamorada de él.
—Entonces tiene toda mi simpatía.
Lanna se rió.
—¿A ti no te importa?
—Claro que no—. Incluso si pensara que Peter era capaz de amar a alguna mujer, él no le concernía—. ¿Por qué me debería importar?— preguntó y quitó una de las pinzas de la cabeza de Lanna y la puso en el bolsillo de su tirolés.
—Gail me contó todo sobre Peter y lo que sucedió cuando vivías aquí.
Lali ocultó su sorpresa mientras peinaba y cortaba el nuevo mechón.
—¿Qué versión oíste?
—La de que tuviste que dejar el pueblo hace años para tener al bebé de Peter.
Lali sintió como si la hubieran golpeado en el estómago y sus manos se detuvieron otra vez. No debería haber preguntado. Había habido varios rumores recorriendo Truly cuando se había marchado, pero nunca había oído aquél. Su madre nunca lo había mencionado, pero claro que no lo haría. A Gwen no le gustaba hablar de la razón real por la que Lali había dejado Truly. Su madre siempre hablaba de esa época en términos de “cuando te fuiste para estudiar”. Lali no sabía por qué esas viejas noticias la deberían molestar ahora, pero lo hacían.
—¿En serio? Eso es nuevo para mí — dijo, la hizo inclinar la cabeza y deslizó el pelo de Lanna entre sus dedos. Abrió las tijeras y cortó en línea recta. No podía creer que el pueblo hubiera pensado que estaba embarazada. Bueno, en realidad, pensó que podría haber pasado. Se preguntó si Cande o Peter conocerían el rumor.
—Lo siento—. Lanna interrumpió sus pensamientos—. Creía que lo sabías. Supongo que he metido la pata.
Lali la miró. Lanna parecía sincera, pero no la conocía bien así que no estaba realmente segura.
—Simplemente es un poco chocante oír que he tenido un niño cuando nunca he estado embarazada—. Soltó otro mechón y lo peinó. —Especialmente con Peter. Ni siquiera nos gustamos.
—Eso tranquilizará a Gail. También a Lonna. Las dos tienen una especie de competición por el mismo hombre.
—Pensaba que eran amigas.
—Lo son. Si salieses con Peter, te haría saber que el matrimonio no le interesa. A Lonna no le importa, pero Gail intenta conseguir la casa.
—¿Conseguir la casa? ¿Cómo?
—Lonna dice que Peter nunca lleva a las mujeres a su casa para acostarse con ellas. Las lleva a moteles o a algún otro sitio. Gail cree que si consigue que la lleve a su casa para hacer el amor, conllevará otras cosas también. Como un diamante grande y recorrer el pasillo hacia el altar.
—Peter debe tener una cuenta enorme de motel.
—Probablemente—. Lanna se rió.
—¿No te importa?
—¿A mi? Puede, si estuviera saliendo con él, pero no lo estoy. Yo y mi hermana nunca salimos con los mismos hombres.
Lali se sintió aliviada, aunque reconocía que no le debería importar si Peter practicaba el sexo en grupo con un par de bellas gemelas.
—¿En serio, eso no molesta a tu hermana?
—No realmente. No anda buscando marido. No como Gail. Gail cree que lo hará cambiar de idea, pero no lo hará. Cuando Lonna os vio a ti y a Peter bailando la otra noche, se preguntó si eras otra de sus mujeres.
Lali movió la silla y aflojó la última pinza.
—¿Viniste aquí a arreglarte el pelo, o a conseguir información para tu hermana?
—Las dos cosas — Lanna se rió—. Pero me gustó tu pelo la primera vez que lo ví.
—Gracias. ¿Has pensado alguna vez en cortártelo más?— preguntó, cambiando otra vez de tema a propósito—. ¿Realmente corto, como Halle Berry en Los Picapiedra?
—No creo que me quedara bien.
—Créeme, estarías impresionante. Tienes los ojos grandes y la cabeza con una forma perfecta. La mía es una especie de flecha así que necesito un montón de volumen.
—Tendría que pensar en eso durante mucho tiempo.
Lali dejó las tijeras y le echó un poco de espuma. Envolvió las puntas del pelo de Lanna alrededor de un gran cepillo redondo y lo secó con el secador. Cuando acabó, le dio un espejo oval.
—¿Qué crees?—preguntó, a sabiendas de que se veía muy bien.
—Creo — contestó Lanna lentamente mientras estudiaba su pelo por detrás, — que no necesito conducir los cien kilómetros hasta Boise para cortarme otra vez el pelo.
Después de que Lanna se fue, Lali barrió el pelo y enjuagó el lavacabezas. Pensó en el viejo rumor de hacía diez años de que se había ido del pueblo porque llevaba el niño de Peter. Se preguntó qué otros chismes habrían corrido cuando había dejado el pueblo por una habitación en la Universidad de Idaho. Tal vez le preguntaría a su madre esa noche cuando fuera en coche para la cena.
Pero no tuvo ocasión de preguntarle. Se encontró con que Harrison le abría la puerta con un vaso de whisky en la mano y una sonrisa acogedora en la cara.
—Gwen está en la cocina haciendo algo de cordero, —dijo cuando cerró la puerta detrás de ella—. Espero que no te importe que tu madre me invitase esta noche.
—Claro que no—. Los olores maravillosos del cocido de su madre llenaron la cabeza de Lali e hicieron agua su boca. Nadie cocinaba una pierna de cordero como Gwen, y los aromas de la cocina envolvieron a Lali en los cálidos recuerdos de las ocasiones especiales en la casa Espósito, como Pascuas o su cumpleaños cuando tenía permiso de escoger su comida favorita.
—¿Cómo va tu peluquería?— preguntó mientras le echaba una mano con su abrigo largo de lana, colgándolo en el perchero del vestíbulo.
—Muy bien—. Últimamente, parecía que Gwen pasaba bastante tiempo con Max, y Lali se preguntó que pasaba entre su madre y el abogado de Henry. No veía a su madre como la amante de ningún hombre. Era demasiado estirada, y Lali se figuró que no podría ser otra cosa que amistad—. Deberías venir y dejar que te corte el pelo.
Su risa silenciosa hizo sonreír a Lali.
—Podría hacerlo —dijo mientras se dirigían hacia el fondo de la casa.
Cuándo entraron en la cocina, Gwen los miró con un manojo de zanahorias pequeñas en la mano. Un ceño fruncido casi imperceptible estrechaba los ojos de Gwen un poco, y Lali supo que algo andaba mal.
¡Joder! Alguien tenía un problema, y dudaba que fuera Max.
—¿Qué celebramos?
—Nada. Quise hacer tu plato favorito—. Gwen miró a Max y le dijo — En cada cumpleaños, Lali siempre pedía que hiciese cordero. Otros niños habrían querido pizza o hamburguesas, pero no ella.
Tal vez el problema tampoco fuera suyo, pero dibujó una sonrisa alegre por si acaso.
—¿Cómo te puedo ayudar?
—Puedes sacar la ensalada del refrigerador y la puedes aliñar, por favor.
Lali hizo lo que le dijo y luego llevó la fuente al comedor. La mesa estaba adornadas con bellas rosas, velas de cera de abejas, estilo Royal Doulton y damasco fino. Parecía ser una ocasión especial. Podía significar dos cosas completamente diferentes. Que se debía preocupar, o que no se debía preocupar por nada. Quizá su madre simplemente quería disfrutar de una buena comida, o se escondía tras una máscara.
Lali supo a los pocos minutos de estar sentada que era esto último. Había algo chocante en el cuadro perfecto. La conversación durante la cena fue agradablemente superficial, pero una corriente de tensión se escondía justo debajo. Max podía no verlo, pero Lali tenía un mal presentimiento. Lo sintió al llegar y mientras se comía el cordero con menta de su madre. Sonrió y se rió y entretuvo a Max con historias de todos los lugares donde había vivido. Supo mantener el tipo, pero cuando ayudó a llevar los platos de la cena a la cocina, su dolor de cabeza martilleó en su entrecejo. Tal vez con Max allí, podría hacer una rápida escapada antes de que su cabeza estallase—. Bueno, —dijo mientras colocaba los platos al lado del fregadero — Odio comer e irme, pero…
—Max, —interrumpió Gwen, — ¿Podrías dejar solas a las chicas un momentito?
Joder.
—Claro, iré a examinar esos contratos a los que querías que echara un vistazo.—
—Gracias. No tardaré.
Gwen esperó hasta que oyó que las puertas del despacho de Henry se cerraban antes de decir:
— Necesito hablar contigo sobre tu escandaloso comportamiento
—¿Qué escandaloso comportamiento?
—Trudie Duran me llamó esta tarde para informarme que Tommy Markham y tú os emborrachabais juntos mientras su esposa estaba de viaje. Según Trudie, todo el mundo en el Shop N-Kart hablaba de eso.
—¿Quién es Trudie Duran?— preguntó Lali, su cabeza le estallaba.
—¡Eso no tiene importancia! ¿Es cierto?
Cruzó los brazos debajo de los pechos y frunció el ceño.
—No. Ví a Tommy en Hennesey la otra noche, y hablamos un poco. Cande estuvo con nosotros la mayor parte del tiempo.
—Bueno, que alivio—. Gwen cogió un rollo de papel de estaño y cortó un gran trozo —Y luego, por si eso no fuera lo suficientemente malo, me dijo que su hija Gina te vio besándote con Peter Lanzani en la pista de baile—. Con tranquilidad colocó la fina hoja metálica encima de la encimera—. Le dije que debía ser un error, porque estoy segura de que nunca harías una cosa tan estúpida. Dime que se equivocó.
—De acuerdo, se equivocó.
—¿Y es verdad?
Lali pensó la respuesta pero supo que tarde o temprano la mentira la pillaría. Además, no era una niña que temiera un castigo, y no iba a dejar que su madre la riñera como cuando era pequeña.
—No.
—¿En qué estabas pensando? Dios mío, ese chico y toda su familia no son nadie, nos han molestado desde el momento en que llegamos a este pueblo. Son rudos y celosos. Especialmente de ti, aunque Benita ciertamente me ha mostrado su lado feo en más de una ocasión. ¿Has olvidado lo que sucedió hace diez años? ¿Has olvidado como te engañó Peter? ¿Qué dolor y humillación nos causó a todos nosotros?
—No fue a todos nosotros. Fue a mí, y no, no lo he olvidado. Pero estás haciendo una montaña de un grano de arena — tranquilizó a su madre, pero no se sentía con ganas de nada—. No pasó nada. Fue tan insignificante, que ni quiero hablar sobre ello. Ni siquiera quiero pensarlo.
—Bueno, pues es mejor que pienses en eso. Sabes cómo adora la gente de este pueblo los rumores, especialmente cuando se trata de nosotros.
Lali pensó que a la mayoría de la gente de Truly le gustaba esparcir chismes, incluyendo a Gwen, pero no creía que se esmeraran especialmente en los que concernían a los Espósitos. Los chismes jugosos obtenían mucha atención, pero como siempre, su madre le daba demasiada importancia—. De acuerdo, pensaré en ello—. Cerró los ojos y presionó la frente con los dedos.
—Espero que lo hagas, y por el amor de Dios, mantente lejos de Peter Lanzani.
Tres millones de dólares, se dijo a sí misma. Puedo hacer esto por tres millones.
—¿Qué te pasa? ¿Estás enferma?
—Sólo tengo dolor de cabeza—. Respiró profundamente y dejó caer las manos—. Me tengo que ir.
—¿Estás segura? ¿No puedes quedarte para el postre? Lo compré en el Bakery Basket de la Sexta.
Lali declinó y atravesó el vestíbulo hasta el despacho de Henry. Le dio las buenas noches a Max, luego cogió su abrigo y metió las manos en las mangas.
Su madre apartó las manos de Lali y la abotonó como si tuviera cinco años otra vez.
—Te quiero, y me preocupa que estés en ese pequeño apartamento en el centro—. Lali abrió la boca para discutir, pero Gwen puso un dedo en sus labios para silenciarla—. Sé que no quieres volver a mudarte aquí ahora, pero sólo quiero que sepas que si cambias de idea, me gustaría que volvieras.
A punto estuvo Lali de convencerse de que su madre era la madre ideal, una mujer cambiada. Pero siempre había sido de esa manera.
—Lo recordaré, — dijo Lali, apresurándose a salir por la puerta antes de que las cosas volvieran a cambiar.
Gwen clavó los ojos en la puerta cerrada y suspiró. No entendía a Lali. Para nada.
No entendía porque su hija insistía en vivir en ese pequeño y horrible apartamento cuando no tenía por que hacerlo. No comprendía que alguien a quien le habían dado tantas oportunidades hubiera rechazado todo por una vida errante. Y aunque no podía evitarlo no podía dejar de estar un poco de decepcionada con ella.
Henry había querido darle a Lali todo, y lo había rechazado. Todo lo que hubiera tenido que hacer era dejar que él la guiara, pero Lali había querido su libertad. Hasta donde Gwen veía, la libertad estaba supervalorada. No alimentaba a una mujer o a su niña, y no quitaba el miedo que atenazaba el estómago en mitad de la noche. Algunas mujeres podrían cuidarse solas, pero Gwen no era una de esas mujeres. Necesitaba y quería un hombre que la cuidara.
Cuando conoció a Henry Espósito, supo simplemente que era el hombre para ella. Poderoso y rico. Había sido peluquera y trabajaba como peluquera con las Showgirls de Las Vegas, y lo odiaba. Después de una de las funciones, Henry había ido al camerino de su última novia y había salido con Gwen. Era tan guapo y con tanta clase. Una semana más tarde, se casó con él.
Ella había amado a Henry Espósito, pero más que amarlo, le estaba agradecida. Con su ayuda, vivió la vida que siempre había soñado. Con Henry, la decisión más difícil que tuvo que tomar fue qué servir para cena o a qué club asociarse. Gwen giró y caminó por el vestíbulo hacia la oficina de Henry. Por supuesto había habido un trueque por todos esos privilegios. Henry había querido un hijo legítimo, y cuando ella no concibió, la culpó. Después de intentarlo durante años, finalmente lo había convencido para ir a ver un médico especialista en fertilidad, y tal como Gwen había sospechado, Henry era prácticamente estéril. Tenía un espermiograma muy bajo, y de los pocos espermatozoides que tenía la mayoría eran deformes y lentos. El diagnóstico insultó y enfureció a Henry, y quiso hacer el amor todo el tiempo sólo para desmentir a todos los médicos. Estaba tan empeñado y tan seguro de que podría concebir un niño. Por supuesto que los doctores no habían estado equivocados. Habían tenido relaciones sexuales todo el tiempo, incluso cuando ella no quería. Pero nunca había sido realmente malo, y la restitución había valido la pena. Las personas la admiraban en la comunidad, y tenía una vida llena de cosas bellas.
Después de unos años, él perdió las esperanzas de tener un niño con ella. Peter acababa de regresar al pueblo y Henry centró la atención en el hijo que ya tenía. A Gwen no le gustaba Peter. No le gustaba esa familia, pero había estado agradecida cuando Henry finalmente volcó su obsesión hacia su hijo.
Cuando Gwen entró en la habitación, encontró a Max de pie delante del escritorio de Henry mirando unos documentos que había sobre el escritorio. Él la miró y una sonrisa arrugó el rabillo de sus ojos azules. Las canas plateadas comenzaban a aparecerle en las sienes, y más últimamente, se preguntó lo que sería que la tocara un hombre de su propia edad. Un hombre tan bien parecido como Max.
—¿Se fue Lali?— preguntó bordeando el escritorio hacia ella.
—Acaba de irse. Me preocupa. Está tan desorientada, es tan inconsciente. No creo que crezca nunca.
—No te preocupes. Es una chica lista.
—Sí, pero tiene casi treinta años. Ella…
Max acarició con el índice sus labios y su mejilla y silenció sus palabras.
—No quiero hablar de Lali. Ya es mayor. Has cumplido con tu trabajo, ahora necesitas dejarla en paz y pensar en otra cosa.
La mirada de Gwen se entrecerró. No sabía de qué hablaba Max. Lali necesitaba la guía de su madre. Había vivido como una gitana demasiado tiempo.
—¿Cómo puedes decir eso? Es mi hija. ¿Cómo es posible que no piense en ella?
—En vez de en ella, piensa en mí —dijo bajando la cabeza y besando suavemente su boca.
Al principio, los labios que presionaban los suyos eran extraños. No podía recordar un tiempo en que la besara otro hombre que no fuera Henry. Llegó al borde con su boca sobre la de ella, y ella sintió el primer tanteo de su lengua. El placer atravesó su piel, y su corazón pareció triplicar sus latidos. Ella había querido saber qué se sentía al ser tocada por Max, y ahora lo sabía. Se sintió mejor de lo que había supuesto.

Al salir de la casa de su madre, Lali paró en la farmacia de Value Rite para coger un bote de Tylenol, cuatro paquetes de papel higiénico y un paquete Reese de mantequilla de cacahuete. Cogió dos cajas de tampones porque estaban de oferta y paró en la sección de revistas. Cogió una que olía a un perfume y que prometía revelar “Los Secretos de los hombres”. La hojeó y la metió en el carrito, con la intención de leerlo en la bañera cuando llegase a casa. En el pasillo cuatro metió una vela aromática, y cuando cruzaba por el pasillo cinco hacia la caja, prácticamente atropelló a Helen Markham.
Helen parecía cansada, y por el odio que brillaba intensamente en sus ojos, obviamente había oído las últimas noticias.
Lali casi sintió lástima por ella. La vida de Helen no podía ser fácil, y Lali creyó que tenía dos elecciones: Hacer que su enemiga se reconcomiera, o sacarla de dudas.
—Espero que no creas ese rumor sobre Tommy y yo — dijo—. No es cierto.
—Mantente lejos de mi marido. No quiere que le hagas más insinuaciones amorosas.
Eso por tratar de ser amable.
—Nunca le hice insinuaciones amorosas a Tommy.
—Siempre has estado celosa de mí. Siempre, y ahora crees que puedes robarme a mi marido, pero no podrás.
—No quiero a tu marido —dijo, terriblemente consciente de las dos cajas de tampones de su carrito, como si una no fuera suficiente.
—Le has querido desde que estábamos en secundaria. Nunca has podido soportar que me eligiera a mí.
La mirada de Lali miró el contenido del carrito de Helen. Un bote de Robitusson, pinzas, un paquete de salvaslip y una caja de Correctol. Lali sonrió, sintiendo una leve ventaja. Laxante e higiene femenina.
—Él sólo te escogió porque no me acostaba con él, y lo sabes. Todo el mundo lo supo entonces y todo el mundo lo sabe ahora. Si no hubieras actuado como si estuvieras pegada a un colchón, entonces no se habría acostado contigo.
—Eres patética, Lali Espósito. Siempre lo has sido. Ahora crees que puedes regresar, y quedarte con mi marido y mi negocio.
—Te dije que no quiero a Tommy—. Ella apuntó a Helen con un dedo y se inclinó hacia adelante—. Pero ten cuidado, porque te voy a dejar sin negocio—. Su sonrisa transmitía una seguridad que no sentía mientras empujaba su carrito detrás de Helen hacia la parte delantera de la tienda. En cuanto a la guerra capilar, iba a darle una patada en el culo a Helen.
Las manos de Lali temblaban cuando colocó sus compras en la caja. Todavía temblaban cuando condujo a casa y cuándo metió la llave en el cerrojo de la puerta de su apartamento. Encendió la tele para oír el ruido de las noticias de las diez y vació su compra en la encimera de la cocina. El día había comenzado bien, pero se había ido al carajo rápidamente. Primero su madre, luego Helen. Los rumores sobre ella arrasaban las líneas telefónicas de Truly, y no había nada que pudiera hacer.
Su cabeza latía y parecía que le iba a estallar, se tomó cuatro Tylenol. Era culpa de Tommy y de Peter. Estaba ocupada en sus cosas cuando ambos hombres la habían abordado. Si la hubieran dejado sola, esta noche no habría ocurrido nada. No se habría tenido que defender de su madre, y no habría tenido nada que aclarar con Helen en el Value Rite.
Lali agarró la revista, luego se dirigió hacia el cuarto de baño y llenó la bañera. Tan pronto como se desnudó, se hundió en el agua caliente. Un estremecimiento recorrió su columna vertebral y suspiró. Trató de leer, pero su mente estaba inmersa en la forma de robarle el negocio a Helen. Se preguntó si el cabrón de Tommy, realmente le había dicho a su esposa que Lali le había hecho insinuaciones amorosas, pero supuso que realmente no tenía importancia.
Los pensamientos daban vueltas en su cabeza regresando a Peter y a los rumores. Comenzaban de nuevo. Diez años atrás, los dos habían sido un tema candente, aparentemente los habían emparejado después de que ella hubiera dejado el pueblo. No quería ser emparejada con Peter. No quería que la miraran como si fuera una de sus mujeres. Y probablemente no sería así si él no la hubiera sacado a la fuerza a la pista de baile y la hubiera besado hasta que sintió el sol bajo sus pies. Con muy poco esfuerzo, había hecho latir su corazón a toda velocidad y temblar su cuerpo. No sabía por qué razón Peter de todos los hombres la podía poner del revés con sólo un beso, pero obviamente no era la única. Estaban Gail y Lonna Howell, sólo esas dos que ella supiera.
Buscó un artículo de la revista sobre las feromonas y el poderoso efecto que tenían en el sexo contrario. Si lo que leía era cierto, entonces Peter tenía ventaja. Era el flautista de Hamelin de las feromonas, y Lali simplemente otra rata susceptible.
Permaneció en la bañera hasta que el agua se puso fría y salió y se vistió para ir a la cama con un camisón de franela y calcetines gruesos que le llegaban a las rodillas. Puso el despertador para las ocho y media y luego se deslizó bajo su grueso edredón nuevo. Trató de sacar de su cabeza a Peter y a Tommy, a Gwen y a Helen, pero después de tres horas de oír el tictac del reloj digital, fue al botiquín y buscó cualquier cosa que pudiera ayudarla a dormir. Todo lo que tenía era una botella de Nyquil que había traído de Phoenix. Se tomó un par de tragos y finalmente se fue a dormir.
Pero no encontró descanso en el sueño. Soñó que se quedaba en Truly de por vida. El reloj estaba parado. Los días no transcurrían. El calendario estaba siempre en el treinta de mayo. No había nada más.
Cuando Lali se despertó, fue con un golpeteo en la cabeza y el zumbido del despertador. Se sintió aliviada por escapar de la pesadilla. Apretó el botón de apagado de su reloj y cerró sus ojos. El golpeteo continuaba y se dio cuenta de que no era en su cabeza, sino en la puerta principal. Atontada por la falta de sueño y los lingotazos de Nyquil, tropezó en la sala de estar. Con sus calcetines alrededor de los tobillos, abrió bruscamente la puerta. Inmediatamente levantó el brazo como un vampiro, protegiendo sus ojos del sol matutino que le quemaba la cornea. De reojo, entre la niebla que le nublaba la vista, observó que la boca de Peter Allegraza se curvaba lentamente en una sonrisa. El aire frío golpeó su cara y casi la dejó sin respiración.
—¿Qué quieres?— inspiró con dificultad.
—Buenos días, Rayo de sol.
Estaba riéndose a costa de ella otra vez y le dio un portazo. Peter era la última persona que quería ver en ese momento.
Su risa continuó mientras le gritaba desde fuera.
—Necesito la llave de la puerta trasera de tu peluquería.
—¿Por qué?
—Pensaba que querías cambiar las cerraduras.







3 comentarios: