domingo, 20 de mayo de 2012

Cap 10


Hola chicassssss!!!! Les dejo otro cappp!!! Porfaa Lean la nove de Juli @siempreconlyp que esta buenisima y firmen asiii nos regala el cap 15 :D!!! Estan muy buenas sus dos noves las reee recomiendo!! :D Besossss y firmennn!! mi tw @frilaliter

Capítulo Diez



Peter apretó el volante hasta que sus nudillos se pusieron blancos. El latido insistente en su ingle le urgía a darle la vuelta al Jeep y aliviar su necesidad dolorida entre los suaves muslos de Lali. Imposible, desde luego. Por muchas razones.
Si quisiera, podía llamar a Gail al móvil y encontrarse con ella. Había algunas otras que podía llamar, también, pero no quería eso. No quería tener relaciones sexuales con una mujer mientras pensaba en otra. Mientras quería a otra. No era un bastardo tan grande. Ni tampoco estaba enfermo.
En lugar de llamar a nadie, aparcó su Jeep al lado de los restos quemados del granero de Henry. Dejó el motor encendido y puso punto muerto. No sabía por qué había ido allí. Tal vez quería buscar la respuesta en los escombros ennegrecidos. Respuestas que sabía que nunca tendría.
No tengo sitio aquí. Odio este pueblo. Odio todo esto. No puedo esperar para marcharme. Quiero recuperar mi vida. Sus palabras todavía hacían eco en su cabeza. Aún quería agarrarla y sacudirla.
Pero ella estaba en lo cierto. No tenía sitio en Truly. Desde el momento que había mirado sobre el ataúd de Henry y la vio allí con ese traje verde y esas oscuras gafas de sol, había complicado su vida. Cuando volvió, había traído el pasado con ella. Y también todas las viejas complicaciones estúpidas que nunca había entendido.
Peter miró el frente de su camisa y abrochó los botones. El motor del Jeep y el zumbido estable de la calefacción eran los únicos sonidos que se oían en el aire de la mañana.
Te odio, le había murmurado, y la creyó. Más temprano, cuando llegó a su puerta con sus cerraduras nuevas, su propósito no era hacer que lo odiara, pero lo había hecho bastante bien. Su odio era más conveniente, y realmente se sentía un poco aliviado. No más besos ni toqueteos con ella. No más llenar su mano con su pecho firme ni su pezón duro bajo su pulgar.
Recostó su cabeza hacia atrás contra el asiento y clavó los ojos en la parte superior beige del techo de lona. Todo lo que ella tenía que hacer era mirarle y él deseaba revolver su pelo. Dejarlo caer entre sus dedos y comerle los labios. Tal vez Henry había estado en lo cierto. Tal vez había sabido lo que Peter se negaba a admitir, incluso ante sí mismo. Todavía quería cosas que no podía tener. En el pasado, alguna vez había obtenido esas cosas inalcanzables, y había seguido adelante. Pero con Lali, no podía. No la podía tener y no podía seguir adelante. Si no fuera por el testamento de Henry, ya habría tenido relaciones sexuales con ella, y al día de hoy ya la habría olvidado. De todas formas ella no era el tipo de mujer con la que le gustaba pasar el tiempo. Sus ropas eran extrañas y tenía boca de bruja. Ni siquiera era la mujer más bella que había conocido. De hecho, estaba horrible esa mañana. Había visto muchas mujeres que no se veían demasiado bien al despertarse, pero joder, ella estaba categóricamente espeluznante.
Peter levantó la cabeza y se quedó mirando el parabrisas. Pero no importaba  que aspecto tuviera. La había deseado. Había querido besar su boca somnolienta y su piel suave. Había querido llevarla de vuelta a la cama donde sus sábanas estaban todavía calientes. Desnudarla y enterrarse profundamente entre sus cálidos muslos.
La había querido tocar como en cualquiera de las mil fantasías que él había tenido mientras crecía. Como la tuvo la noche que se había subido a su coche. La noche que había conducido hasta Angel Beach. Esa noche, ella había actuado como si le hubiera querido también, pero se había marchado con Henry. Lo había dejado solo y ansiándola. Otra fantasía más sin cumplir.
Maldijo y metió la primera en el cambio de marchas del Jeep. Las anchas llantas derraparon en la carretera de tierra cuando aceleró en dirección al pueblo. Tenía algunos contratos que firmar en sus oficinas, y su madre y Pepo le esperaban para el almuerzo. En vez de eso, condujo hasta una de sus obras ochenta kilómetros al norte, en Garden. Los subalternos se sorprendieron de verle. Los carpinteros se quedaron todavía más asombrados cuando se puso los guantes de trabajo y recogió un taladro. Taladró como si estuviera en el  infierno el suelo y las paredes. Habían pasado varios años desde que él y Pepo participaban en la parte física de la construcción. La mayor parte del tiempo iban de un lado a otro o con contratistas y proveedores. Y si no hacia una de las dos cosas o las dos a la vez, entonces creaba un negocio nuevo. Pero después del día que había tenido, se sintió bien haciendo trabajo físico.
Cuando llegó a casa, fuera ya estaba oscuro. Lanzó su chaqueta de cuero y sus llaves del coche sobre la encimera de mármol de la cocina, entonces fue por una Bud. Podía oír la televisión en otra parte de la casa pero no estaba preocupado. Toda su familia tenía las llaves de su casa y Sophie a menudo se pasaba para ver una película en su pantalla gigante. Sus botas hicieron eco en el suelo de madera dura mientras iba al salón.
La televisión se apagó y Pepo se levantó del sofá beige de cuero. Echó el mando a distancia sobre la mesa de pino para café.
—Deberías llamar a mamá y decirle que no estás muerto en una zanja.
Peter quitó el tapón de su cerveza y miró a su hermano mayor.
—Lo haré.
—Los dos hemos intentado localizarte desde el mediodía. ¿Olvidaste el almuerzo?
—No. Decidí conducir hasta Garden.
—¿Por qué no llamaste?
No había querido oír la desilusión en la voz de su madre o escuchar la culpabilidad que sonaría en su cabeza.
—Me puse a trabajar.
—¿Por qué no contestaste al móvil?
—No me dio la gana.
—¿Por qué, Peter?
—Ya te lo dije. ¿De qué demonios va todo esto? No me has estado esperando porque no haya contestado al móvil.
Las cejas de Pepo descendieron sobre sus ojos color café.
—¿Dónde fuiste?
—Te lo dije.
—Dímelo otra vez.
El semblante ceñudo hacía juego con el del su hermano.
—Vete al Diablo.
—Es cierto entonces. Lo que todo el mundo dice de ti es cierto. Follabas a Lali Espósito en el mostrador en su peluquería. Allí mismo en la calle Main, donde cualquiera que pasara os podía ver.
Una sonrisa lenta comenzó en las comisuras de la boca de Peter, luego estalló en carcajadas.
Pepo no le vio la gracia.
—Dios mío, — exclamó—. Cuando mamá me dijo que había oído que estabas besando a Lali en Hennesey's, le dije que no lo creyera. Le dije que no eras tan estúpido. ¡Jesus, María y José, lo eres!
—No, no lo soy. No follé con Lali ni en su peluquería, ni en ningún otro sitio.
Pepo inhaló por la nariz y se rascó el cuello.
—Tal vez todavía no, pero todo llegará. Vas a caer de cabeza y a perderlo todo.
Peter miró la cerveza y tomó un sorbo.
—Ahora llegamos a la razón real de que estés aquí. El dinero. No te importa con quien me acueste, mientras puedas poner tus manos en Silver Creek
—Claro. ¿Por qué no? Lo admito. Lo quiero tanto que me inunda el pensamiento por las noches con todas esas casas de un millón de dólares y como gastar todo ese dinero. Pero incluso si ese terreno no valiera una mierda, aun estaría aquí porque soy tu hermano. Porque me arrastré por los arbustos contigo. Espié contigo, pinché contigo la rueda de su bicicleta pensando que lo hacíamos porque tenía una Schwinn[1] nueva. Tenía lo que deberías haber tenido tú. Y porque pensaba que la odiabas. Pero no lo hacías. Le pinchaste la rueda porque querías acompañarla a su casa. Dijiste que fuiste con ella porque así Henry te vería y se cabrearía, pero era mentira. Estabas colgado por ella. Siempre se te ha puesto dura con Lali Espósito desde que puedo recordar y todo el mundo sabe que tú piensas con tu polla.
Lentamente Peter dejó su botella en la repisa de la chimenea de piedra.
—Creo que es mejor que te vayas antes de que te patee el culo hasta fuera de mi casa.
Pepo cruzó los brazos sobre su ancho pecho, no parecía que tuviera intención de irse pronto.
—Esa es otra. Esta casa. Mírala.
—¿Sí?
—Mira alrededor. Vives en una casa de trescientos cincuenta metros cuadrados. Con cuatro dormitorios y cinco cuartos de baño. Y eres un tío, Peter. Uno.
La mirada de Peter se centró en la chimenea de suaves piedras de río, el techo alto con las vigas  descubiertas y las ventanas de vidriera que daban al lago—. ¿Y qué pasa?
—¿Para quién la construiste? Dices que nunca te vas a casar. ¿Para qué necesitas una casa tan grande?
—¿Por qué no me lo dices tú? Parece que tienes todas las respuestas.
Pepo se balanceó sobre los talones.
—Querías pasársela por las narices a Henry.
Estaba lo suficientemente cerca de la verdad para que Peter no lo negara.
—Eso no es nada nuevo.
—Y a ella, también.
—Estás lleno de mierda — se mofó—. Ni siquiera vivía aquí.
—Lo hace ahora, y vas a echar a perder tu vida por una pija de mierda.
Peter apuntó hacia la puerta principal.
—Vete antes de que realmente me cabree.
Pepo se adelantó, deteniéndose a un metro.
—¿Me vas a echar, hermanito?
—¿Tengo que hacerlo?— Peter era más alto, pero Pepo era como un toro. Y no era sólo que Peter no quisiera pelearse con su hermano, sino que sabía que Pepo era como una apisonadora. Se sintió aliviado cuando Pepo negó con la cabeza y salió.
—Si vas a tener sexo con ella, hazlo ya. —Suspiró Pepo mientras cogía su chaqueta de detrás de una butaca de cuero—. Hazlo antes de que líes a más contratistas en Silver Creek. Hazlo antes de que pidamos más préstamos y me hagas perder más tiempo.
—No te preocupes por nada de eso, — Peter reconfortó a su hermano que se encaminaba a la puerta principal—. No me voy a acercar a Lali y tengo el presentimiento de que me evitará por mucho tiempo.
—¿Entonces qué pasó hoy en la peluquería?
Peter abrió la puerta de pesada madera.
—Nada. Cambié sus cerraduras. Eso es todo.
—Lo dudo—. Pepo se encogió de hombros y bajó las escaleras—. Llama a mamá — dijo—. Cuanto antes, mejor.
Peter sacudió la cabeza y regresó al salón. No estaba de humor para llamar a su madre. No quería oír su discurso acerca de Lali. Cogió la cerveza y salió a través de una puertaventana a la terraza. El vapor se elevaba desde el jacuzzi octagonal,  y le dio al interruptor de las burbujas. Su hombro derecho le dolía por el trabajo que había hecho en Garden. Se desnudó y las burbujas se abatieron sobre sus brazos y pecho en cuanto entró en el agua caliente y espumeante. De las ventanas de la casa surgían parches rectangulares de luz pero no llegaban hasta la esquina de la terraza.
Pepo había estado en lo cierto en algunas cosas y totalmente equivocado en otras. Peter originalmente había construido su casa como un gesto tipo “corte de mangas” hacia Henry. Pero antes de que tuviera la construcción a medias, había perdido el interés de probarle nada a nadie. Hasta que volvió Lali, realmente no había planeado volver a verla. Su hermano estaba lejos de acertar con esa teoría. Había estado cerca de la verdad sin embargo con la suposición de la bicicleta. Originalmente Peter no había tenido la intención de empujar la bicicleta hasta la casa de Henry, pero entonces había visto la cara de ella cuando vio la rueda. La había mirado como si estuviera a punto de estallar en lágrimas y se había sentido tan culpable, que la había ayudado. Incluso le había dado un Tootsie Roll y ella le había dado un chicle. De menta.
Pepo había estado en lo cierto con respecto a lo otro, aunque lo llamaba un fuerte interés en vez de estar colgado por ella. Pero en contra de la opinión de su hermano, no iba a tener sexo con Delany. Podía no controlar la reacción de su cuerpo, pero sin ninguna duda podía controlar lo que haría o no haría al respecto.
La gente decía muchas cosas sobre él. Algunas eran ciertas. Otras no. En la mayoría de los casos no le importaba. Pero a Lali si. La afectarían mucho los rumores.
Peter tomó un sorbo de su cerveza y miró el reflejo de las estrellas en el agua negra del lago.
No quería hacerle daño. No quería lastimarla. Era hora de que se mantuviera lejos de Lali Espósito.
Del interior de la casa llegó el sonido del teléfono, y se preguntó cuánto tiempo le llevaría a su madre darse por vencida con las llamadas telefónicas. Sabía que querría hablar sobre los rumores como si tuviera algún tipo de derecho en su vida por ser su madre. No fisgoneaba constantemente en la vida de Pepo como en la de Peter. Pepo lo llamaba amor. Tal vez fuera eso, pero cuando Peter era niño, algunas veces le había agobiado tanto que no podía respirar.
Peter colocó su cerveza al lado de la bañera y se hundió más en el agua caliente. A su madre no le gustaba conducir después de anochecer así es que creía que estaba seguro por esa noche. La llamaría por la mañana y terminaría con eso.

Gwen se puso el teléfono en la oreja por quinta vez en la última hora.
—Lali obviamente ha descolgado el teléfono.
Llegó al borde de una gruesa alfombra Aubusson y se detuvo. Él tomó el aparato de su mano y lo colgó.
—Entonces obviamente tiene sus razones—. Frotó los hombros de Gwen y presionó sus pulgares en la base de su cabeza—. Estás demasiado tensa.
Gwen suspiró e inclinó la cabeza hacia un lado. Su suave cabello rubio rozó sus nudillos, y el olor a rosas llenó su nariz.
—Es el último rumor sobre ella y Peter, —dijo—. Quiere arrastrar a la ruina a mi hija.
—Sabrá manejar a Peter.
—No lo entiendes. Siempre la ha odiado.
Max recordó el día que Peter había ido a su oficina. El hombre había estado enojado, pero Max no había tenido la impresión de que Peter tuviera algún tipo de animosidad hacia Lali.
—Tu hija es mayorcita. Puede cuidarse—. Deslizó sus manos hacia su cintura y la apretó contra su pecho. Parecía que cuando estaban juntos siempre pasaba lo mismo. Gwen se quejaba de Lali y él quería tocarla como un amante. Quería más que un poco desde la muerte de Henry y había encontrado placer en su cama en varias ocasiones. Era bella y tenía muchísimo que ofrecer a un hombre. Pero le cansaba como se metía en la vida de su hija.
—¿Cómo? ¿Creando un escándalo?
—Si esa es su elección. Has cumplido con tu parte. La has criado. Déjala ir o la podrías perder otra vez.
Gwen se giró y Max vio miedo en sus ojos.
—Tengo miedo de que se vaya. Siempre pensé que se mantenía alejada por Henry, pero ahora no estoy segura. Hace unos años cuando fui a visitarla, cuando vivía en Denver, me dijo que siempre me ponía del lado de Henry. Piensa que nunca salí en su defensa. Lo hice, pero porque Henry tenía razón. Necesitaba sacar buenas notas para ir a la universidad y no quedarse atrapada en el pueblo—. Gwen hizo una pausa y aspiró profundamente—. Lali es testaruda y guarda rencor por mucho tiempo. Sólo sé que se irá en junio y que nunca regresará.
—Tal vez.
—No puede irse. Henry podía haber hecho que se quedara más tiempo.
Max dejó caer sus manos a los costados.
—Quería, pero le dije que un juez podría anular el testamento si Henry estipulaba un tiempo más largo.
Gwen se movió a la chimenea. Se agarró a la repisa de ladrillo y contempló a Max a través del espejo delante de ella.
—Debería haber hecho algo.
Henry había hecho todo lo que podía para controlar la vida de su gente desde la tumba. Y se había quedado justo en el límite en el cual un tribunal tomaría medidas. Pero todo era sumamente desagradable para el gusto de Max, y le molestaba que Gwen estuviera de acuerdo con las estipulaciones de su marido muerto.
—Lali necesita quedarse aquí. Necesita crecer.
Max miró el reflejo de Gwen; Sus bellos ojos azules y la rosada boca voluptuosa, la blanca piel perfecta y el pelo como caramelo. El deseo inflamó su ingle. Tal vez necesitaba en su vida alguna otra cosa en la que pensar. Caminó hacia ella, decidido a darle alguna otra cosa.


Peter no tuvo la oportunidad de telefonear a su madre a la mañana siguiente. Llamó a su timbre a las siete de la mañana.
Benita Lanzani dejó su bolso en el mostrador blanco de mármol y miró a su hijo. Peter obviamente pensó que la podría evitar, pero era su madre. Lo había parido, lo cual le daba derecho a sacarlo a la fuerza de la cama. Sin importar que tuviera treinta y tres años y ya no viviera con ella.
Él se había puesto un par de harapientos Levi’s y una vieja sudadera negra, y sus pies estaban desnudos. Benita frunció el ceño. Podría vestirse mejor. Peter nunca se arreglaba demasiado. No comía cuando debería, y se pasaba el tiempo con mujeres ligeras de cascos. Él no sabía que ella sabía sobre aquellas mujeres, pero lo hacía—. ¿Por qué no puedes evitar a esa neska izugarri?
—No sé lo que has oído, pero no pasó nada con Lali, — dijo, con la voz ronca por el sueño. Él tomó su abrigo y lo colgó en el armario del vestíbulo.
Obviamente, él pensaba también que la podía engañar. Benita le siguió a la cocina y lo miró mientras ponía dos tazas en la encimera.
—¿Entonces que estabas haciendo allí, Peter?
Él esperó hasta llenar las tazas de café antes de contestarle.
—Puse cerraduras nuevas en su puerta.
Ella miró su cara cuando le ofreció la taza y lo vio de pie en su cocina como si nada importante hubiera pasado en ese salón de belleza. Pero lo conocía bien. Sabía que cuanto menos dijera, había más que no decía. Algunas veces necesitaba un camión Mack para sacarle cualquier cosa. Había sido así durante mucho tiempo.
—Eso es lo que tu hermano me dijo. ¿Por qué no pudo contratar un cerrajero como el resto de la gente? ¿Por qué te necesita?
—Dije que lo haría—. Recostó una cadera contra el mostrador y encogió un hombro—. No fue para tanto.
—¿Cómo puedes decir eso? El pueblo entero habla de ello. No me has devuelto las llamadas telefónicas y has estado escondiéndote de mí.
Sus cejas formaron una línea, y la miró ceñudamente.
—No he estado escondiéndome de ti.
Sí, lo había hecho, y era por culpa de Lali Espósito.
Desde el día que se había mudado a Truly, ella había hecho la vida de Peter más dura de lo que era antes de que volviera.
Antes de que Gwen se hubiera casado con Henry, Benita se había dicho a sí misma y a todos los demás que Henry ignoraba a Peter porque no quería tener niños. Después, todo el mundo supo que eso no era cierto. Henry únicamente no quería a Peter. Podía darle amor y tiempo a una hijastra, pero rechazaba a su hijo.
Antes de la llegada de Lali a la vida de Henry, Benita se sentaba con Peter en su regazo y lo abrazaba. Besaba su dulce frente y le secaba las lágrimas. Después, no hubo ni más lágrimas ni abrazos. Nada de suavidad en su hijo. Se revolvía en sus brazos y le decía que era demasiado mayor para besos. Benita culpaba a Henry del dolor que le había causado a su hijo, pero a sus ojos, Lali se convirtió en el símbolo vivo del rechazo y la traición profunda. Lali había recibido todo lo que le correspondía a Peter, pero no había sido suficiente para ella. Había sido una alborotadora antes de irse.
Ella siempre había hecho parecer malo a Peter. Como cuando le había golpeado con la bola de nieve. Aunque no debería haber lanzado la bola de nieve, Benita estaba segura de que la chica había debido hacer algo, pero en la escuela ni siquiera la habían cuestionado. Habían culpado de todo el incidente a Peter.
Y entonces hubo ese horrible episodio cuando esos terribles rumores sobre Peter beneficiándose a Lali se habían propagado por todo el pueblo. Diez años después, Benita todavía no sabía que había sucedido esa noche. Sabía que Peter no era precisamente un santo cuando se trataba de mujeres, pero estaba segura de que él no había tomado nada de Lali que no hubiera estado más que dispuesta a darle. Luego como una cobarde, ella huyó escapando de los cotilleos candentes, mientras Peter se había quedado atrás y había soportado lo peor. Pero el rumor sobre Peter y esa chica no había sido lo peor de todo.
Ella miró a su ahora alto y bien parecido niño. Sus dos hijos habían tenido éxito en lo que habían hecho. Nadie les había dado nada, y se enorgullecía sumamente de ellos. Pero Peter… Peter siempre necesitaría que lo vigilara, aunque él no pensaba que la necesitara para nada.
Ahora todo lo que realmente quería para Peter era que se asentara con una agradable chica católica, se casara por la iglesia y fuera feliz. No pensaba que fuera mucho pedir para una madre. Si se casase, las mujerzuelas dejarían de perseguirle especialmente Lali Espósito.
—De todas maneras, no le dirías a tu madre nada que hicieras con esa chica, — dijo—. ¿Qué debo creer?
Peter miró su cara y tomó un sorbo.
—Te voy a decir una cosa. Si ocurrió algo, no volverá a pasar.
—Prométemelo.
Él la miró con una sonrisa fácil para tranquilizarla.
—Por supuesto, Ama.
Benita no se tranquilizó. Ahora que la chica estaba de vuelta, los rumores comenzaban de nuevo.


2 comentarios:

  1. Me tengo que poner al dia con tu nove, esta muy buena pero los caps son largos y no me da el tiempo de leerlos! pero cuando pueda lo hago,
    un beso
    Juli♥
    @amorxca

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  2. ME ENCANTAAA, como todos! jajaja Espero por más accion. Yo se que Peter no va poder alejarse de Lali por mucho tiempo, ni ella de el jajajajajaj VAMOSSS, quiero más caps hot, quiero más Laliter! Besos amigaaaaaaaa ♥

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