lunes, 14 de mayo de 2012

Cap 4


Holaaa!!! Llego el 4to!!!! Les comentoo que en breve ya van a poder ver acercamientos mas lindos!! Ya se vienen!! Bueno firmen si les gusta!! :D Besos y gracias a las chicas que escribieron y dijeron que les gusta la nove!!! Y a @siempreconlyp que su nueva nove esta buenisima!! La super recomiendo!! Y la nove de @amorxca que tambien la super recomiendo!! Besosss


Capítulo Cuatro




La pegatina de la perrita cavando que estaba estampada en el bolsillo de los pantalones cortos de Lali parecía una patética metáfora de su vida. Joder, eso es lo que era. Desde que había vendido su alma por dinero, su vida se había convertido en eso, y no creía que mejorara al menos en once meses. Casi todo lo que poseía estaba dentro de un guardamuebles en las afueras de la ciudad y sus mejores amigos eran los Weimaraners que estaban al lado.
A Lali le había llevado menos de cinco horas decidirse a aceptar las condiciones del testamento de Henry. Un tiempo asombrosamente corto, pero quería el dinero. Le habían dado una semana de plazo para viajar a Phoenix, dejar su trabajo y cerrar su apartamento. Decir adiós a sus amigos de Valentina había sido duro. Pero decir adiós a su libertad fue más duro aun. Sólo había pasado un mes, pero se sentía como si hubiera sido un año.
No tenía trabajo y llevaba ropas aburridas que no le gustaban particularmente porque vivía con su madre.
El sol ardiente le calentó la coronilla mientras caminaba por Gris Squirrel Lane hacia el centro de pueblo. Cuando vivía en Truly, hacía diez años, la mayor parte de las calles no tenían nombre. No había habido necesidad alguna, pero con la reciente incorporación de residentes de verano, y el auge de la construcción, el consejo municipal parecía haberse quedado con la cabeza hueca después de poner nombres como Gopher, Chipmunk, o Gris Squirrel. A Lali, le daba la impresión de que vivía en la sección roedora del pueblo, sin embargo Cande estaba algo mejor, vivía cerca de Milkweed, que por supuesto estaba contiguo a Ragweed y Tumbleweed.
Desde su regreso, había advertido también otros muchos cambios. El distrito comercial se había cuadriplicado, y la parte más antigua del pueblo había sido arreglada. Había dos embarcaderos públicos nuevos para albergar la gran invasión de botes y Jet Skyes, y el pueblo tenía tres parques nuevos. Pero además de esos cambios, había otros dos signos muy visibles y convincentes de que el pueblo finalmente había llegado a los noventa. Primero, había abierto una cafetería de la cadena Mountain Java Espresso localizada entre Sterling Realty y el Grits & Grub Diner. Y en segundo lugar, el molino viejo de madera se había convertido en un microbrewery. Cuando Lali vivía en Truly, la gente bebía Folgers y Coors. Habrían llamado a un café con leche como “café para nenas” y habrían golpeado con palos a cualquiera que mencionara “cerveza de frambuesa”.
Era el cuatro de julio y el pueblo rebosaba patriotismo. Banderas azules, rojas, y blancas, y cintas decoraban todo, desde el letrero de “Bienvenidos a Truly” hasta el estandarte de madera indio que estaba fuera de la Oficina de Correo de Howdy. Por supuesto, habría un desfile más tarde. En Truly, había desfiles en cada ocasión. Quizá se quedara por el centro y observara el desfile. No tenía nada más que hacer.
En la esquina de Beaver y Main, Lali se detuvo y esperó a que un RV pasara lentamente. Por acompañarla tranquilos a su lado, metió la mano en el bolsillo y recompensó a Duke y Dolores con Milk-Bones. Le había llevado varias frustrantes semanas afirmarse en su papel de perro dominante y enseñarles quien era el jefe.  Pero había tenido tiempo. Durante todo el mes anterior había pasado algún tiempo con unas cuantas de sus viejas amistades de la escuela. Pero todas estaban casadas y con familia y la miraban como si fuera anormal por no estar en esa situación.
Le hubiera gustado estar más tiempo con Cande, pero a diferencia de Lali, Cande tenía trabajo y novio. Le hubiera gustado sentarse con su vieja amiga y hablar del testamento de Henry y de la verdadera razón por la que estaba de regreso en Truly. Pero no se atrevió. Si la estipulación se hacía pública, entonces la vida de Lali se convertiría en un infierno muy caliente. Estaría a merced de especulaciones interminables y el tema sería objeto de infinidad de chismes. Y si la parte del testamento que concernía a Peter se supiera, entonces probablemente tendría que suicidarse.
En ese estado, era probable que se muriera de aburrimiento antes de que todo terminara. Pasaba los días viendo programas de entrevistas, o paseaba a Duke y Dolores como una excusa para salir de la casa y escaparse de la vida que su madre tenía pensada para ella. Gwen había decidido desde que Lali resolvió que se quedaría el año en Truly que deberían estar involucradas en los mismos proyectos, deberían formar parte de las mismas organizaciones sociales y deberían asistir a las mismas reuniones cívicas. Había llegado tan lejos, como sugerir el nombre de Lali como presidenta de un comité que se ocupara de los problemas de drogas de Truly.  Lali había rechazado la oferta con amabilidad. Ante todo, el problema de drogas de Truly era ridículo. En segundo lugar, Lali bebería agua del pantano antes que involucrarse en algo referente a la comunidad.
Los perros y ella, pasearon por Main, por delante de un deli y una tienda de camisetas. Ambas eran recientes adiciones al área del centro y a juzgar por la gente que veía, parecían hacer buen negocio. Mostrando una buena porción de sus medias de lycra, pasó por delante de una librería diminuta que tenía un póster pegado en la puerta anunciando el R&B festival. El póster la llenó de asombro, y se preguntó cuando había abandonado el pueblo a Conway Twitty por James Brown.
Se detuvo delante de un estrecho edificio de dos plantas flanqueado a un lado por una heladería y a otro por las oficinas de Construcciones Lanzani. Pintada en la gran lámina de vidrio de la ventana estaban las palabras: “Gloria: Un corte superior. Cualquier corte y estilo por $10”. Lali no creía que la cifra dijera mucho a favor de las habilidades de Gloria.
Duke y Dolores se sentaron a sus pies, y les rascó entre las orejas. Inclinándose hacia adelante, miró con atención detrás de la enorme ventana de vidrio para ver las rojas sillas Naugahyde de la peluquería. Cada vez que había recorrido en coche  el pueblo, se había dado cuenta de que estaba cerrada.
—Hola, ¿qué haces?
Lali reconoció la voz de Cande y miró a su amiga. No estaba sorprendida de ver a Pepo al lado de Cande. Su mirada era directa y un poco inquietante. O tal vez la encontraba inquietante porque era el hermano de Peter.
—Sólo observaba la peluquería, — contestó.
—Ya me voy, “alu gozo”, — dijo Pepo, luego inclinó la cabeza y besó a su novia. El beso duró mucho tiempo Lali bajó su mirada a un punto entre las orejas de Duke. Hacía más de un año que no tenía novio y esa relación no había durado más que cuatro meses. No podía recordar cuando había sido la última vez que un hombre la había besado como si tuviera intención de comerla y no le importara quien lo viera.
—Hasta luego, Lali.
Levantó la mirada.
—Hasta luego, Pepo—. Lo observó entrar en el edificio al lado del salón de belleza. Tal vez lo encontraba inquietante porque, como su hermano, era sumamente masculino. Peter era más alto, más esbelto, como una estatua. Pepo era como un toro. Nunca se vería a un Lanzani con un modelo de Versace o con un Speedo diminuto—. ¿Qué significa alu gozo?— preguntó, pronunciando con un poco de dificultad las palabras extranjeras.
—Es un término cariñoso, como corazón. Pepo es tan romántico.
Una inesperada envidia la invadió.
—¿Qué andas haciendo?
Cande se agachó sobre una rodilla y rascó a Duke y Dolores bajo la barbilla.
—Llevé a Pepo a almorzar, y lo retrasé un poco.
—¿Dónde fuisteis?
Cande sonrió mientras los perros lamían sus manos.
—A mi casa.
Lali sintió el aguijón de los celos y se percató de que estaba más sola de lo que había pensado. Era el cuatro de julio y viernes noche. El fin de semana parecía exageradamente vacío. Había perdido a sus amistades de Phoenix. Había perdido su ocupada vida.
—Me alegro de haberte encontrado. ¿Qué haces esta noche?— preguntó Cande.
Ni una maldita cosa, pensó.
—Aun no lo sé.
— Pepo y yo hemos invitado a algunos amigos. Quiero que vengas también. Su casa está en Horseshoe Bay, no lejos de donde se lanzarán los fuegos artificiales sobre el lago. El espectáculo es bastante impresionante desde su playa.
¿Lali  Espósito en casa de Pepo Lanzani? ¿El hermano de Peter? ¿El hijo de la Sra. Lanzani? Había visto a Benita el otro día en la tienda de comestibles y todo lo que recordaba sobre la mujer era todavía cierto. Nadie exteriorizaba tal frío desprecio como Benita Lanzani. Nadie podía transmitir superioridad y desdén en una única mirada de sus ojos oscuros.
—Oh, creo que no, pero gracias.
—Gallina—. Cande se levantó y se limpió las manos en los vaqueros.
—No soy gallina—. Lali descansó el peso en un pie e inclinó la cabeza a un lado—. Es sólo que no quiero ir a un sitio donde sé que no soy bienvenida.
—Eres bienvenida. Ya hablé con Pepo, y no tiene ningún problema con que vengas—. Cande inspiró profundamente y luego dijo, — me dijo que le gustabas.
Lali se rió.
—Mentirosa.
—Vale, pero lo que si me dijo era que no te conocía. Pero si te conociera, le gustarías.
—¿Peter irá?— Una de sus metas principales para sobrevivir ese año era evitarle tanto como fuera humanamente posible. Era rudo y grosero e intencionadamente le recordaba cosas que era mejor olvidar. Que ambos vivieran en el mismo pueblo, no quería decir que tuvieran que relacionarse.
— Peter estará en el lago con algunos de sus amigos, así que no estará allí.
—¿Y la Sra. Lanzani?
Cande la miró como si fuera idiota.
—Claro que no. Pepo a invitado a algunos de los chicos que trabajan con él, y Sophie estará allí con algunas de sus amigas. Vamos a juntarnos para tomar perritos calientes y hamburguesas sobre las seis. Deberías venir. ¿Qué tienes pensado hacer?
—Bueno, tenía pensado ver el desfile.
—El desfile es a las seis, Lali. ¿No querrás sentarte en casa sola después, no?
El obvio vacío de su vida avergonzó a Lali, y miró enfrente hacia el Sterling Realty. Pensó en la noche que le esperaba. Después de ver “La rueda de la fortuna”, ¿qué iba a hacer?
—Bueno, supongo que podría dejarme caer. Si estás segura de que a Pepo no le importa que vaya.
Cande rechazó con un gesto la preocupación de Lali y dio unos pasos hacia atrás alejándose.
—Te lo dije, hablamos sobre eso, y no le importa. Una vez que te llegue a conocer, le gustarás.
Lali observó como su amiga daba media vuelta y se iba. No era tan optimista como Cande.  Pepo era el hermano de Peter, y la tensión y la animosidad entre ella y Peter era algo tangible. No había hablado con Peter desde la lectura de testamento de Henry, pero lo había visto varias veces. Lo había visto haciendo ruido por Wagon Wheel Road con su Harley, y unos días más tarde entrando en Mort con una pelirroja pegada a su lado. La última vez que había puesto los ojos en él estaba en el cruce de Main y La Primera. Estaba parada en el semáforo, y él había cruzado la calle delante de ella. “No sé, Frank. Ella es preciosa. ¿Qué ocurre si simplemente no puedo controlarme?”
Su mano se había tensado en el volante, y sus mejillas habían comenzado a arder. Su atención se había centrado en la carpeta que él llevaba en la mano derecha, y se había preguntado que haría él si accidentalmente lo atropellase. Si su pie accidentalmente resbalara del freno y el coche saliera disparado. Si ella accidentalmente le atropellase, y luego diera marcha atrás y otra vez para delante sólo para asegurarse.
Había acelerado al máximo el motor del Miata como si fuera Cha-cha Muldowney[16] esperando que bajaran la bandera, luego había soltado el embrague y el coche salió disparado hacia el paso de peatones. Peter levantó la cabeza repentinamente, y había saltado a un lado. Sus cejas se levantaron y sus fríos ojos verdes la taladraron. Por una décima de segundo el parachoques no se había llevado por delante su pierna derecha.
Ella le había sonreído. En ese momento, la vida había sido realmente buena.


Lali dudó durante horas si aparecer en la fiesta de Cande o no. No se había decidido por completo hasta que se vio sentada cómodamente con un montón de revistas y una caja de vino. Tenía veintinueve años, y si no hacía algo rápido, tenía miedo de convertirse en una de esas mujeres que llevaban sombreros en vez de cepillarse el pelo y sustituyendo sus plataformas rojas por unos Easy Spirit. Antes de volver a cambiar de idea, se puso un jersey negro de cuello alto y una chaqueta de cuero color lima. Sus pantalones vaqueros también eran negros, pero sus botas hacían juego con la chaqueta. Se esponjo los rizos suaves y pequeños aros de oro brillaban en los cuatro agujeros que tenía en cada oreja.
Lali llegó a la fiesta, después de las ocho. Tres chicas de trece años riendo tontamente abrieron la puerta y la llevaron hacia la parte posterior de una espaciosa casa construida con cedro y piedra de río.
—Están todos aquí — informó una de las chicas de ojos oscuros—. ¿Dejas el bolso en la habitación de mi papá?
Pensó en el contenido de su pequeño bolso que parecía una sombrerera: la cartera y una barra de lápiz color Borgoña. Sin la cartera podría vivir, pero no podría reemplazar su barra de Estee Lauder durante un año.
—No, gracias. ¿Eres Sophie?
La chica apenas miró por encima de su hombro a Lali mientras pasaban a través de la cocina.
—Si. ¿Quién eres?
Sophie tenía corrector, granos y un pelo asombrosamente grueso con las puntas horriblemente secas y abiertas. Las puntas abiertas volvían loca a Lali. Era como una de esas personas que cuando un cuadro está torcido se vuelve loca si no lo pone al derecho.
—Soy amiga de Cande, Lali.
La cabeza de Sophie giró y sus ojos se abrieron.
—¡Oh Dios mio! Oí a mi abuela hablar de ti.
Por la expresión de la cara de Sophie, Benita no había dicho cumplidos de ella.
—Estupendo, — masculló Lali mientras pasaba por detrás de las tres chicas. Atravesó unas puertas de cristal dobles que daban a una terraza. La blanca playa arenosa de debajo estaba llena de las sombras de dos poderosas Ponderosas, y varios botes estaban atados al muelle balanceándose sobre las olas suaves del Lago Mary.
—Hola —saludó Cande y se excusó ante el círculo de personas que estaban con ella—. Me preocupaba que no vinieras. ¿Tuviste que ir a otro sitio antes?
Lali miró sus ropas, y luego levantó su mirada a los otros invitados que llevaban camisetas y pantalones cortos.
—No. Es que tengo frío, —contestó—. ¿Estás segura de que está bien que esté aquí?
—Segura. ¿Cómo fue el desfile?
—Fue casi exactamente igual que el último que ví, pero del grupo de veteranos de La Guerra Mundial sólo quedan dos viejos en la parte trasera de un bus escolar—. Ella sonrió, más relajada de lo que había estado en un mes—. Y lo más emocionante fue adivinar cual sería la tuba que tocaría cuando salieran los caballos.
—¿Cómo estuvo la banda de la escuela secundaria? Sophie me dijo que estuvieron muy bien este año.
Lali intentó hacer un cumplido.
—Bueno, los uniformes son mejores que cuando estábamos en la escuela.
—Eso es lo que pensé—. Se rió Cande—. ¿Tienes hambre?
—Ya he comido.
—Vamos y te presentaré a la gente. Hay algunas personas que puede que recuerdes.
Cande seguida de Lali se integró con el grupo de personas que se reunían alrededor de dos barbacoas. No más de quince, los invitados eran una combinación de amigos que Cande y Pepo conocían de toda la vida y personas que trabajaban en Construcciones Lanzani.
Lali conversó con Andrea Huff, la mejor lanzadora de béisbol en la escuela primaria. Andrea estaba casada con John French, de niño había detenido con su estómago uno de los lanzamientos de Andrea y había vomitado una mezcla de queso y macarrones en el campo de juego. Los dos parecían felices juntos, y Lali se preguntó si no estarían hechos el uno para el otro desde siempre.
—Tengo dos hijos—. Señalo la playa de abajo, se detuvo inclinándose sobre la barandilla y gritando a voz en cuello a un grupo de niños que entraban en el lago, —¡Eric! Eric French, te dije que no te metieras en el agua tan pronto después de comer.
Un niño volvió la cabeza y levantó una mano como visera.
—Sólo me metí hasta las rodillas.
—Muy bien, pero si te ahogas no me vengas luego gritando—. Andrea suspiró mientras se incorporaba—. ¿Tienes niños?
—No. Nunca he estado casada.
Andrea la miró como si fuera una extraña, y en Truly, Lali supuso que tener veintinueve años y no haberse casado era algo muy raro.
—Ahora, cuéntame lo que has hecho desde secundaria.
Lali le habló de los lugares que había vivido, y luego la conversación derivó a los recuerdos que cada una tenía de lo que habían hecho al mismo tiempo en el pequeño pueblo. Charlaron sobre ir en trineo al pie del Monte Espósito, y se rieron de aquella vez en la que Andrea había perdido la parte superior de su bikini haciendo esquí acuático sobre el lago.
Algo cálido, e inesperadamente cercano invadió el alma de Lali. Hablar con Andrea era como si acabara de encontrar algo que ni siquiera sabía que había perdido, como unas zapatillas viejas descartadas hacía mucho tiempo por un par más bonito y nuevo.
Después de Andrea, Cande presentó a Lali a varios solteros que trabajaban con Pepo, y Lali se encontró siendo receptora de una halagadora atención masculina. La mayor parte de los chicos eran menores que Lali
Algunos estaban muy morenos, con músculos duros como el acero, como si hubieran salido de un anuncio de Coca Cola Light. Lali se alegró de no haberse acomodado sobre la caja de Franzia. Especialmente cuando un conductor de excavadora llamado Steve le dio una botella de Bud y la miró con sus claros ojos azules. Su pelo era como sirope de caramelo decolorado por el sol, y había cierto desaliño en él que Lali hubiera encontrado enormemente atractivo si no hubiera sido tan artificial. Su pelo estaba estratégicamente despeinado y se había echado un gel para que pareciera natural. Steve sabía que era muy guapo.
—Voy a ver que hace Pepo—. Cande sonrió abiertamente, luego le hizo a Lali un signo de aprobación detrás de la espalda de Steve como si todavía estuvieran en secundaria y se tuvieran que aprobar las citas.
—Te he visto por ahí — dijo Steve tan pronto como se quedaron solos.
—¿En serio?— llevó la cerveza a sus labios y tomó un trago—. ¿Dónde?
—En tu pequeño coche amarillo—. Su sonrisa mostró unos dientes muy blancos, ligeramente torcidos—. Es difícil no verte.
—Supongo que mi coche llama la atención.
—No tu coche. Tú. Es difícil no verte.
Se había sentido tan invisible con las camisetas de algodón y los pantalones cortos que había llevado puestos últimamente que se señaló y preguntó:
— ¿Yo?
—¿No me digas que eres una de esas chicas que le gusta fingir que no sabe que es guapa?
¿Guapa? No, Lali sabía que no era guapa. Era atractiva y podía sacarse mucho partido si lo intentaba. Pero si Steve quería decir que era guapa, que lo hiciera. Porque, artificial o no, no era un perro, ni figurada ni literalmente. Pasaba tanto tiempo con Duke y Dolores que si se dejaba llevar, podría derretirse bajo tal atención.
—¿Cuántos años tienes?— le preguntó.
—Veintidos.
Siete años. A los veintidós Lali estaba experimentando con la vida. Se había sentido como un convicto cumpliendo una pena de cinco años que de pronto obtuviera la libertad. Entre los diecinueve y los veinticuatro, había vivido la vida con un abandono temerario y libertad absoluta. Se había divertido de lo lindo, pero se alegraba de ser mayor y más sabia.
Volvió a mirar a las adolescentes de la playa haciendo gestos con sus manos y brazos y corriendo al borde del lago. No era mucho mayor que Steve, y no era como si buscara un compromiso. Lali se llevó la botella a sus labios de nuevo y tomó otro trago. Quizá lo pudiera usar sólo para el verano. Usarlo y después deshacerse de él. Los hombres ciertamente la habían usado y se habían deshecho de ella. ¿Por qué no podía tratar a los hombres de la misma manera en que la trataban? ¿Cúal era la diferencia?
—El tío Peter ha vuelto — Sophie llamó a Pepo, que se levantó de entre varias personas.
Lali dejó de pensar. Su mirada fue hasta el bote que lentamente navegaba al final del embarcadero, al hombre que se delineaba detrás del timón, sus piernas separadas, sus cabellos castaños despeinados por el viento. La sombra de un pino con una altura imponente cruzó la superficie del agua y lo ocultó a él y a sus tres pasajeras en las sombras. Sophie llegó al muelle con sus amigas detrás de ella, su charla excitada sobreponiéndose al ruido del motor fuera borda. El sonido de la risa de Peter llegó a Lali con la brisa. Colocó su cerveza en la barandilla y buscó a  Cande varios metros detrás; tenía una mirada culpable.
—Con permiso, Steve, —dijo y se acercó a su amiga.
—No me mates — murmuró Cande.
—Me lo deberías haber dicho.
—¿Hubieras venido?
—No.
—Entonces me alegro de haberte mentido.
—¿Crees que una vez que esté aquí no me voy a ir?
—No seas cobarde. Necesitas superar tus sentimientos hostiles hacia Peter.
Lali escudriñó los ojos de su amiga de infancia e intentó no sentirse herida por su comentario. Se recordó a sí misma que Cande no tenía ni idea del testamento de Henry o de la noche en que  Peter la había utilizado hacía diez años.
—Sé que va a ser tu cuñado, pero tengo razones muy buenas por que sentirme “hostil” hacia él.
— Pepo me las dijo.
Una miríada de horribles preguntas atravesó la cabeza de Lali. Se preguntó quién sabía qué. Qué sabían, y quien se lo había dicho.
—¿Qué te dijo?
—Me contó lo del testamento.
Lali miró por encima de su hombro a Pepo, que miraba fijamente al lago. Hubiera preferido que nadie supiera nada del testamento, pero no era su mayor preocupación. Tenía la esperanza, de que su mayor temor aún permaneciera sepultado en el pasado.
—¿Cuánto hace que lo sabes?
—Hace un mes, y desearía que me lo hubieras contado. Quería que participaras en mi boda, pero estaba esperando que me dijeras que ibas a quedarte por aquí. Fingir que no lo sé ha sido bastante duro, pero ahora puedo preguntarte si quieres ser una de mis damas de honor. Quería que fueras mi madrina, pero no puede ser porque se lo tuve que pedir a mi hermana. Pero yo…
—¿Exactamente qué te dijo Pepo?— interrumpió Lali agarrando a Cande por el brazo y llevándola a una parte desierta de la terraza.
—Que si te vas de Truly, Peter hereda tu parte de la herencia de Henry y si los dos tenéis relaciones sexuales, tú heredas la suya.
—¿Quién más lo sabe?
—Benita, que yo sepa.
Por supuesto.
 —Y quizá Sophie. Dijo algo de que había oído sin querer a su abuela—. El temor se instaló en su estómago, y soltó el brazo de Cande.
—Esto es tan humillante. Ahora todo el pueblo lo sabrá, y no podré ir a ningún sitio sin personas vigilándome para asegurarse de que no dejo el pueblo ni tengo sexo con Peter—. Sintió que su cabeza estallaba ante ese pensamiento—. Como si eso fuera a ocurrir en algún momento.
—Nadie más lo sabrá. Si te preocupa Sophie, hablaré con ella.
—¿Y te escuchará?
—Si le digo que todos los rumores podrían lastimar a Peter, lo hará. Le adora. A los ojos de Sophie, Peter es un santo y no hace nada malo.
Lali miró sobre su hombro vigilando a San Peter con su harén de hembras abriéndose camino por el embarcadero. Le dio un gran abrazo a Sophie, y ella y sus amigas corrieron hacia una mesa en la playa. Con su camisa abierta de color verde, el Levi’s gastado con un gran roto encima de la rodilla derecha, y las chancletas de goma, parecía como si acabara de salir de la cama. La mirada de Lali se desvió a las tres mujeres. Tal vez lo acababa de hacer.
—Me pregunto donde las recogió — dijo Cande, refiriéndose a la rubia que iba a su lado y a las dos morenas que lo seguían detrás—. Sólo iba a su casa a coger algunos cohetes para Sophie.
—Pues parece que cogió algo más que los cohetes. ¿Quiénes son esas mujeres?
—La rubia es Gail Algo, no sé su nombre de casada, pero su padre es el Juez Tanner. Las dos de atrás parecen las gemelas Howell, Lonna y Lanna.
Lali recordaba a Gail Tanner. Era varios años mayor que Lali, y sus familias ocasionalmente se habían relacionado. También la reconoció como la mujer con la que se había ido Peter del entierro de Henry. A las gemelas Howell no las conocía.
—¿Gail está casada?
—Divorciada.
Lali se giró para ver mejor. Las mujeres llevaban puestos tops apretados metidos en los pantalones vaqueros. A Lali le hubiera gustado ignorarlas como a vagabundos, pero no lo podía hacer. Parecían más modelos que busconas.
—¿Se ha puesto implantes? No recuerdo que tuviera unas tetas tan grandes.
—Implantes y también liposucción del trasero.
—Hmm—.  la mirada de Lali regresó a Peter y al triángulo de muslo visible a través del roto de sus vaqueros—. ¿Viste cuando hicieron esa liposucción en la tele? Demonios, me dolieron todos mis michelines sólo de pensarlo.
—Es asqueroso. Parecía grasa de pollo.
—¿Te la harías?
—En un segundo. ¿Y tú?
Lali miró a su amiga mientras se lo pensaba.
—Creo que no, pero supongo que me arreglaré los pechos cuando los tenga caídos por debajo del ombligo. Tengo la esperanza de que no sea hasta dentro de veinte años—. La declaración de  Lali centró la atención de Cande en su pecho.
—Siempre has tenido unas tetas estupendas. Las mías nunca fueron gran cosa, pero tengo un culo genial.
Las dos mujeres dirigieron su atención a la parte trasera de Cande.
—Mejor que el mío —admitió Lali, luego volvió a mirar a Peter y a sus tres mujeres que atravesaban la playa hasta la base de las escaleras que llevaba a la terraza—. Entonces, ¿cuál es su novia?
—No lo sé.
—Probablemente las tres.
—Probablemente — Estuvo de acuerdo Cande.
—Ninguna — Habló Pepo desde atrás.
Lali gimió mentalmente y cerró los ojos.
La acababan de cazar cotilleando sobre Peter. Peor, la había atrapado Pepo. Se preguntó cuánto tiempo llevaba parado allí. Se preguntó si las había escuchado hablar sobre operaciones de pecho, pero no se atrevió a preguntar. Lentamente se giró hacia él, haciendo un gran esfuerzo mental para decir algo.
Afortunadamente, Cande no tuvo el mismo problema.
—¿Estás seguro de que no sale con las gemelas?
—No — contestó, luego añadió con una cara completamente seria — Peter es hombre de una sola mujer.
Lali miró a Cande y las dos estallaron en risas.
—¿Qué es tan gracioso?— quiso saber Pepo. Cruzó los brazos sobre el pecho y sus cejas oscuras formaron una línea en su frente.
—Tú — contestó Cande y besó sus sólidos labios.  —Estás chiflado, pero es una de las cosas que amo de ti.
Pepo pasó un brazo alrededor de la cintura de Cande y la apretó contra sí.
—Te amo también, alu gozo.
Nunca nadie había murmurado palabras exóticas a Lali, a no ser que contara “Hazlo, cariño”. Nunca nadie la había amado de la forma en que Pepo obviamente amaba a Cande. Y nadie tendría una maldita posibilidad, ya sea dicho, mientras estuviera parada en Truly sin nada más que hacer que pasear los perros. Tenía que haber algo mejor que hacer allí que recoger mierda de perro.
—¿De quien es el edificio al lado del tuyo?
—Ahora tuyo—. se encogió de hombros Pepo—. O quizá de tu madre. Supongo que dependerá de cómo se reparta la herencia de tu padre.
—¿En serio?— recibió las noticias con una enorme sonrisa en los labios.
—Si. Henry era el propietario de la manzana entera.
—¿De tus oficinas, también?
—Si.
Con eso tenía mucho en qué pensar y dio un paso atrás.
—Bueno, gracias por la invitación — les dijo, con la intención marcharse antes de que Peter recorriera la distancia que los separaba.
—Pero si ya estás aquí, —señaló Cande—. Quédate hasta después de los fuegos artificiales.  Pepo , dile que queremos que se quede.
—¿Por qué no te quedas?— dijo Pepo y tomó la bota que llevaba sobre el hombro y se la ofreció.
Estupendo, ahora parecería un bebé si se fuera. Tomó el saco de piel de cerdo y preguntó,
— ¿Qué es esto?
Txakoli—. Como ella no bebió, agregó—: vino tinto. Es para ocasiones especiales y días de fiesta.
Lali levantó el saco y un chorrito de vino resbaló por su barbilla antes de caer en su boca. El vino era dulce y muy potente, y cuándo lo bajó, el vino cayó por su garganta—. Creo que debería conseguir un vaso — bromeó y se limpió la barbilla y el cuello.
Desde atrás, le quitaron la bota de su mano. Se giró y clavó los ojos en un pecho ancho y una camiseta de algodón verde decolorado. Su estómago se retorció como una galleta cubierta de sal mientras lentamente paseaba la mirada de los labios de Peter a sus ojos verdes. Los chicos  Lanzani tenían la mala costumbre de acercársele a hurtadillas por detrás.
—Abre— dijo.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado y clavó los ojos en él.
—Abre —repitió y puso la bota a varios centímetros de su cara.
—¿Qué vas a hacer si no lo hago? ¿Regarme el vino por encima?
Él sonrió, lenta y sensualmente.
—Sí.
Ella no lo dudó ni por un momento. Al segundo había abierto los labios, el vino se deslizó entre sus labios abiertos. Observó indefensa como Cande y Pepo se daban la vuelta y se iban. Los hubiera detenido si no se hubiera visto forzada a guardar silencio. Entonces el chorro de vino cesó súbitamente y una última gota cayó. Ella tragó y se lamió la comisura de la boca. No dijo una sola palabra.
—De nada.
La brisa le llevó el perfume de su piel e hizo jugar las hebras de su grueso pelo. Olía al aire limpio de la montaña y a sensual hombre.
—No te pedí ayuda.
—No, pero necesitas un montón de txakoli para que yo no te parezca un grano en el culo. —Él se reclinó ligeramente y levantó la bota. Un arco rojo llenó su boca, y su garganta se movió mientras tragaba. Un fino vello negro oscurecía su axila, y por primera vez, Lali advirtió el tatuaje que rodeaba su bicep derecho. Era una fina corona de espinas, y las vueltas y púas de tinta negra destacaban con viveza contra de su suave piel color café claro. Bajo la bota y chupó una gota de vino de su labio inferior—. ¿Me ibas a atropellar el otro día, Fierecilla?
Ella intentó no reaccionar.
—No me llames así, por favor.
—¿El qué? ¿Fierecilla?
—Sí.
—¿Por qué no?
—Porque no me gusta.
A Peter le importaba un bledo lo que a ella le gustara. Había tratado de atropellarlo, sin ninguna duda. Él deslizó la mirada por su cuerpo de arriba abajo.
—Creo que es una pena—. Al momento de poner un pie en la terraza, la había visto, y no sólo porque llevara puesto un jersey de cuello alto y la chaqueta verde de cuero cuando todos los demás estaban vestidos con ropa veraniega. Fue su pelo. El sol poniente había quedado atrapado en todos esos tonos diferentes de castaño y parecía iluminarla.
—Entonces supongo que la próxima vez que te vea en un paso de peatones, no frenaré.
Peter dio un paso adelante hasta que ella tuvo que inclinar la cabeza para poder mirarlo. Su mirada se movió sobre sus mejillas perfectas de porcelana hasta sus labios rosados. La última vez que había estado tan cerca de ella, había estado desnuda.
—Hazlo lo mejor que puedas—.  Blanco y rosa. Eso era la mayor parte de lo que recordaba. La suave boca rosada y la lengua. Los firmes pechos blancos y los arrugados pezones rosados. Los blancos muslos sedosos.
Ella abrió la boca para decir algo, pero lo fuera que fuera lo que iba a decir fue silenciado cuando Gail se acercó.
—Aquí estás — dijo Gail mientras rodeaba a Peter con un brazo—. Apresurémonos y cojamos un lugar en la playa antes de que empiece el espectáculo.
Peter se quedó mirando los grandes ojos color café de Lali y sintió un apretón en la ingle que no tenía nada que ver con la mujer que se apoyaba en él. Se volvió y fijó su atención en Gail.
—Si tienes tanta prisa, ve delante.
—No, esperaré—. Gail desvió la mirada de Peter a Lali. Agarró su brazo con fuerza.—Hola,  Lali. Oí que habías vuelto.
—Por algún tiempo.
—La última vez que hablé con tu madre, me dijo que eras auxiliar de vuelo en United.
El ceño frunció la frente de Lali y miró alrededor como si estuviera buscando desesperadamente una vía de escape.
—Eso fue hace cinco años, y me ocupaba de los equipajes, no era auxiliar de vuelo, —dijo y retrocedió un paso.— Bueno, me alegro de verte otra vez, Gail. Me tengo que ir. Le dije a Cande que la ayudaría a... ah ... hacer algo—. Sin ni siquiera una mirada en dirección a Peter, se dio la vuelta y se fue.
—¿Qué hay entre vosotros dos?— preguntó Gail.
—Nada—. No quería hablar de Lali, especialmente no con Gail. Ni siquiera quería pensar en ella. Era un problema para él. Siempre lo había sido. Desde la primera vez que había mirado sus grandes ojos castaños.
—Cuando venía hacia aquí parecía como sí hubiera algo.
—Basta ya—.  Se liberó del apretón de Gail y se dirigió a la casa. Cuando, había ido a su casa para recoger los cohetes para Sophie, Gail y las gemelas estaban delante de su puerta. No le gustaba que las mujeres se dejaran caer por su casa. Les daba ideas poco realistas de su relación con ellas. Pero era un día de fiesta, y había decidido pasar por alto la intrusión esta vez y las había invitado a casa de Pepo. Ahora deseó no haberlo hecho. Reconoció esa mirada vehemente en los ojos de Gail. No estaba dispuesta a soltarlo.
Gail siguió a Peter, pero esperó hasta que estuvieron en la cocina desierta antes de continuar
—¿Recuerdas cuándo Lali se fue hace diez años? Mucha gente dijo que estaba embarazada. Y mucha gente opinaba que tú eras el padre.
Peter puso la bota de Pepo en la encimera, y abrió la nevera. Cogió dos Miller y le quitó la tapa a cada una. Recordaba los rumores. De hecho según de quien lo oyera, los cotilleos versaba sobre Lali y él haciendolo en cien lugares diferentes y de formas muy imaginativas. Pero fuera cual fuera la versión que se oyera, el final era siempre igual. Peter Lanzani había puesto sus manos sucias en Lali Espósito. Había dejado preñada a la princesa.
Henry no había sabido qué creer. Había estado furioso ante la posibilidad de que el rumor fuera cierto. Le había ordenado a Peter que le dijera la verdad. Por supuesto, Peter no dijo nada.
—¿Lo hiciste?
Ahora todo resultaba endiabladamente irónico. Diez años más tarde, Henry quería que dejara preñada a Lali. Peter le dio a Gail las cervezas frías.
—Te dije que ya bastaba.
—Creo que tengo derecho a saberlo, Peter.
Él miró sus ojos azules y se rió sin humor.
—Tú no tienes derecho a nada.
—Tengo derecho a saber si ves a otras mujeres.
—Sabes que lo hago.
—¿Qué pasaría si te pidiera que lo dejaras de hacer?
—No lo hagas — la avisó.
—¿Por qué no? Estamos mucho más cerca desde que nos hemos convertido en amantes. Podríamos tener una maravillosa vida juntos si quisieras.
Sabía que no era el único hombre en la lista de Gail de maridos potenciales. La diferencia era que ostentaba el primer puesto. Durante un tiempo, ser el número uno en la lista de éxitos sexuales de Gail había sido divertido. Pero últimamente ella se había vuelto demasiado posesiva y eso lo irritaba.
—Te dije desde el principio que no esperaras nada de mí. Nunca confundo sexo y amor. Una cosa no tiene nada que ver con la otra—. Peter puso la cerveza en sus labios y dijo, —no te lo tomes a mal, pero no te amo.
Ella cruzó los brazos bajo los pechos y se recostó contra la encimera de la cocina.
—Eres un mierda. No sé como te aguanto.
Peter tomó un trago largo. Ambos sabían porqué lo hacía.


Lali tocó el fuerte brazo masculino de Steve que rodeaba su cintura y la atraía a su lado. Cohetes blancos, rojos y azules explotaron en la noche negra, cubriendo el lago de las chispas de los fuegos artificiales mientras Lali comprobaba la fuerza del abrazo de Steve. Decidió que le gustaba. Le gustaron el contacto y el calor. Se sintió viva otra vez.
Miró a la izquierda y vió como Peter enterraba la mitad de un cohete en la arena. Hacía unos minutos, había visto los fuegos artificiales, que Tío Peter, había traído a su sobrina. No había ni un sólo cohete legal en toda la costa.
Una ráfaga de oro iluminó su perfil durante unos breves segundos, y apartó la mirada. Ya no iba a evitarle. No iba a andar escondiéndose porque no quisiera toparse con él. No iba a pasarse el resto de su tiempo en Truly de la manera que había pasado el mes pasado. Tenía un plan. A su madre no iba a gustarle, pero a Lali no le importaba en absoluto.
Y también tenía una boda que esperar con ilusión en noviembre. Cande la había abordado otra vez sobre participar en su boda y Lali le había dicho que sí con placer. Recordó que tiempo atrás Cande y ella se habían recogido el pelo con horquillas y habían jugado a recorrer el pasillo. Habían especulado sobre quién se casaría primero. Incluso habían esperado hacer una boda doble. Ninguna de las dos habría creído que llegarían solteras hasta la madura edad de veintinueve.
Veintinueve. Hasta donde sabía, era la única de sus compañeras de la escuela que no se había casado por lo menos una vez. En febrero cumpliría los treinta años. Una mujer de treinta años sin casa propia y sin nadie en su vida. Lo de la casa no le preocupaba en absoluto. Con tres millones podría comprarse una casa. Y el hombre. No era que necesitara un hombre en su vida. No lo hacía, pero habría sido bonito tenerlo algunas veces. Hacía mucho que no tenía novio y echaba de menos la intimidad.
Su mirada volvió a la silueta oscura del hombre que encendía cohetes cerca del borde del agua. Él la miró por encima del hombro. Un pequeño cosquilleo se asentó en su estómago, y rápidamente miró hacia arriba al cielo de la noche.
En el pueblo hacían unos finales tan espectaculares que iluminaban todo el lago como un amanecer y parecía como si el bote del Coronel Mansfield estuviera en llamas. A la gente le encantaban los fuegos, y lo exteriorizaban haciendo estallar cohetes en playas y balcones. Dragones felices, Cobras y Poderosos Rebeldes salían súbitamente entre los chorros de fuego. Los fuegos artificiales legales salían de Whistling Pete's, silbando mientras ascendían por el cielo, zumbando en el silencio de la noche.
Lali había olvidado que la gente de Truly era pirómana. Un cohete silbó sobre su cabeza y estalló en una lluvia roja sobre la terraza de Pepo.
Bienvenidos a Idaho. La tierra de las patatas y los fuegos artificiales.


3 comentarios:

  1. no entiendo xk si viven en Idaho heben txakoli y hablan en euskera (vasco) xk da la casualidad de k yo sy del Pais Vasco... :)

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  2. Al anonimo, porque la familia de la madre de peter es vasca! :D en breve otro cap!

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