Holaaa!!! Llego el 4to!!!! Les comentoo que en breve ya van a poder ver acercamientos mas lindos!! Ya se vienen!! Bueno firmen si les gusta!! :D Besos y gracias a las chicas que escribieron y dijeron que les gusta la nove!!! Y a @siempreconlyp que su nueva nove esta buenisima!! La super recomiendo!! Y la nove de @amorxca que tambien la super recomiendo!! Besosss
Capítulo
Cuatro
La pegatina de la
perrita cavando que estaba estampada en el bolsillo de los pantalones cortos de
Lali parecía una patética metáfora de su vida. Joder, eso es lo que era. Desde
que había vendido su alma por dinero, su vida se había convertido en eso, y no
creía que mejorara al menos en once meses. Casi todo lo que poseía estaba
dentro de un guardamuebles en las afueras de la ciudad y sus mejores amigos
eran los Weimaraners que estaban al lado.
A Lali le había
llevado menos de cinco horas decidirse a aceptar las condiciones del testamento
de Henry. Un tiempo asombrosamente corto, pero quería el dinero. Le habían dado
una semana de plazo para viajar a Phoenix, dejar su trabajo y cerrar su
apartamento. Decir adiós a sus amigos de Valentina había sido duro. Pero decir
adiós a su libertad fue más duro aun. Sólo había pasado un mes, pero se sentía
como si hubiera sido un año.
No tenía trabajo y
llevaba ropas aburridas que no le gustaban particularmente porque vivía con su
madre.
El sol ardiente le
calentó la coronilla mientras caminaba por Gris Squirrel Lane hacia el centro
de pueblo. Cuando vivía en Truly, hacía diez años, la mayor parte de las calles
no tenían nombre. No había habido necesidad alguna, pero con la reciente
incorporación de residentes de verano, y el auge de la construcción, el consejo
municipal parecía haberse quedado con la cabeza hueca después de poner nombres
como Gopher,
Chipmunk, o
Gris Squirrel.
A Lali, le daba la impresión de que vivía en la sección roedora del pueblo,
sin embargo Cande estaba algo mejor, vivía cerca de Milkweed, que
por supuesto estaba contiguo a Ragweed y
Tumbleweed.
Desde su regreso, había
advertido también otros muchos cambios. El distrito comercial se había
cuadriplicado, y la parte más antigua del pueblo había sido arreglada. Había
dos embarcaderos públicos nuevos para albergar la gran invasión de botes y Jet
Skyes, y el pueblo tenía tres parques nuevos. Pero además de esos cambios,
había otros dos signos muy visibles y convincentes de que el pueblo finalmente
había llegado a los noventa. Primero, había abierto una cafetería de la cadena Mountain Java Espresso localizada entre Sterling Realty y el Grits & Grub Diner. Y en segundo lugar,
el molino viejo de madera se había convertido en un microbrewery.
Cuando Lali vivía en Truly, la gente bebía Folgers y
Coors.
Habrían llamado a un café con leche como “café
para nenas” y habrían golpeado con palos a cualquiera que mencionara “cerveza de frambuesa”.
Era el cuatro de julio
y el pueblo rebosaba patriotismo. Banderas azules, rojas, y blancas, y cintas
decoraban todo, desde el letrero de “Bienvenidos
a Truly” hasta el estandarte de madera indio que estaba fuera de la Oficina
de Correo de Howdy. Por supuesto, habría un desfile más tarde. En Truly, había
desfiles en cada ocasión. Quizá se quedara por el centro y observara el
desfile. No tenía nada más que hacer.
En la esquina de Beaver
y Main,
Lali se detuvo y esperó a que un RV pasara
lentamente. Por acompañarla tranquilos a su lado, metió la mano en el bolsillo
y recompensó a Duke y Dolores con Milk-Bones. Le había llevado varias
frustrantes semanas afirmarse en su papel de perro dominante y enseñarles quien
era el jefe. Pero había tenido tiempo.
Durante todo el mes anterior había pasado algún tiempo con unas cuantas de sus
viejas amistades de la escuela. Pero todas estaban casadas y con familia y la
miraban como si fuera anormal por no estar en esa situación.
Le hubiera gustado estar
más tiempo con Cande, pero a diferencia de Lali, Cande tenía trabajo y novio.
Le hubiera gustado sentarse con su vieja amiga y hablar del testamento de Henry
y de la verdadera razón por la que estaba de regreso en Truly. Pero no se
atrevió. Si la estipulación se hacía pública, entonces la vida de Lali se
convertiría en un infierno muy caliente. Estaría a merced de especulaciones
interminables y el tema sería objeto de infinidad de chismes. Y si la parte del
testamento que concernía a Peter se supiera, entonces probablemente
tendría que suicidarse.
En ese estado, era
probable que se muriera de aburrimiento antes de que todo terminara. Pasaba los
días viendo programas de entrevistas, o paseaba a Duke y Dolores como una
excusa para salir de la casa y escaparse de la vida que su madre tenía pensada
para ella. Gwen había decidido desde que
Lali resolvió que se quedaría el
año en Truly que deberían estar involucradas en los mismos proyectos, deberían
formar parte de las mismas organizaciones sociales y deberían asistir a las
mismas reuniones cívicas. Había llegado tan lejos, como sugerir el nombre de
Lali como presidenta de un comité que se ocupara de los problemas de drogas
de Truly.
Lali había rechazado la oferta con amabilidad. Ante todo, el problema
de drogas de Truly era ridículo. En segundo lugar,
Lali bebería agua del
pantano antes que involucrarse en algo referente a la comunidad.
Los perros y ella,
pasearon por Main, por delante de un deli y
una tienda de camisetas. Ambas eran recientes adiciones al área del centro y a
juzgar por la gente que veía, parecían hacer buen negocio. Mostrando una buena
porción de sus medias de lycra, pasó por delante de una librería diminuta que
tenía un póster pegado en la puerta anunciando el R&B festival. El
póster la llenó de asombro, y se preguntó cuando había abandonado el pueblo a
Conway Twitty por James Brown.
Se detuvo delante de un
estrecho edificio de dos plantas flanqueado a un lado por una heladería y a
otro por las oficinas de Construcciones Lanzani. Pintada en la gran lámina
de vidrio de la ventana estaban las palabras: “Gloria: Un corte superior. Cualquier corte y estilo por $10”.
Lali no creía que la cifra dijera mucho a favor de las habilidades de
Gloria.
Duke y Dolores se
sentaron a sus pies, y les rascó entre las orejas. Inclinándose hacia adelante,
miró con atención detrás de la enorme ventana de vidrio para ver las rojas
sillas Naugahyde de la peluquería. Cada vez que había recorrido en coche el pueblo, se había dado cuenta de que estaba
cerrada.
—Hola, ¿qué haces?
Lali reconoció la
voz de
Cande y miró a su amiga. No estaba sorprendida de ver a Pepo al lado de
Cande. Su mirada era directa y un poco inquietante. O tal vez la encontraba
inquietante porque era el hermano de
Peter.
—Sólo observaba la
peluquería, — contestó.
—Ya me voy, “alu
gozo”,
— dijo Pepo, luego inclinó la cabeza y besó a su novia. El beso duró mucho
tiempo Lali bajó su mirada a un punto entre las orejas de Duke. Hacía más
de un año que no tenía novio y esa relación no había durado más que cuatro
meses. No podía recordar cuando había sido la última vez que un hombre la había
besado como si tuviera intención de comerla y no le importara quien lo viera.
—Hasta luego,
Lali.
Levantó la mirada.
—Hasta luego, Pepo—. Lo
observó entrar en el edificio al lado del salón de belleza. Tal vez lo
encontraba inquietante porque, como su hermano, era sumamente masculino. Peter era más alto, más esbelto, como una estatua.
Pepo era como un toro. Nunca se
vería a un Lanzani con un modelo de Versace o con un Speedo diminuto—. ¿Qué
significa alu gozo?— preguntó, pronunciando con un poco de dificultad
las palabras extranjeras.
—Es un término
cariñoso, como corazón.
Pepo es tan romántico.
Una inesperada envidia
la invadió.
—¿Qué andas haciendo?
Cande se agachó sobre
una rodilla y rascó a Duke y Dolores bajo la barbilla.
—Llevé a
Pepo a
almorzar, y lo retrasé un poco.
—¿Dónde fuisteis?
Cande sonrió mientras
los perros lamían sus manos.
—A mi casa.
Lali sintió el
aguijón de los celos y se percató de que estaba más sola de lo que había
pensado. Era el cuatro de julio y viernes noche. El fin de semana parecía
exageradamente vacío. Había perdido a sus amistades de Phoenix. Había perdido
su ocupada vida.
—Me alegro de haberte
encontrado. ¿Qué haces esta noche?— preguntó
Cande.
Ni una maldita cosa,
pensó.
—Aun no lo sé.
—
Pepo y yo hemos
invitado a algunos amigos. Quiero que vengas también. Su casa está en Horseshoe
Bay, no lejos de donde se lanzarán los fuegos artificiales sobre el lago. El
espectáculo es bastante impresionante desde su playa.
¿Lali Espósito en casa
de Pepo Lanzani? ¿El hermano de Peter? ¿El hijo de la Sra. Lanzani? Había
visto a Benita el otro día en la tienda de comestibles y todo lo que recordaba
sobre la mujer era todavía cierto. Nadie exteriorizaba tal frío desprecio como
Benita
Lanzani. Nadie podía transmitir superioridad y desdén en una única
mirada de sus ojos oscuros.
—Oh, creo que no, pero
gracias.
—Gallina—.
Cande se
levantó y se limpió las manos en los vaqueros.
—No soy gallina—.
Lali descansó el peso en un pie e inclinó la cabeza a un lado—. Es sólo que no
quiero ir a un sitio donde sé que no soy bienvenida.
—Eres bienvenida. Ya
hablé con Pepo, y no tiene ningún problema con que vengas—.
Cande inspiró
profundamente y luego dijo, — me dijo que le gustabas.
Lali se rió.
—Mentirosa.
—Vale, pero lo que si
me dijo era que no te conocía. Pero si te conociera, le gustarías.
—¿Peter irá?— Una de sus
metas principales para sobrevivir ese año era evitarle tanto como fuera
humanamente posible. Era rudo y grosero e intencionadamente le recordaba cosas
que era mejor olvidar. Que ambos vivieran en el mismo pueblo, no quería decir
que tuvieran que relacionarse.
—
Peter estará en el lago
con algunos de sus amigos, así que no estará allí.
—¿Y la Sra. Lanzani?
Cande la miró como si
fuera idiota.
—Claro que no.
Pepo a
invitado a algunos de los chicos que trabajan con él, y Sophie estará allí con
algunas de sus amigas. Vamos a juntarnos para tomar perritos calientes y
hamburguesas sobre las seis. Deberías venir. ¿Qué tienes pensado hacer?
—Bueno, tenía pensado
ver el desfile.
—El desfile es a las
seis,
Lali. ¿No querrás sentarte en casa sola después, no?
El obvio vacío de su
vida avergonzó a
Lali, y miró enfrente hacia el Sterling Realty. Pensó en la
noche que le esperaba. Después de ver “La
rueda de la fortuna”, ¿qué
iba a hacer?
—Bueno, supongo que
podría dejarme caer. Si estás segura de que a
Pepo no le importa que vaya.
Cande rechazó con un
gesto la preocupación de
Lali y dio unos pasos hacia atrás alejándose.
—Te lo dije, hablamos
sobre eso, y no le importa. Una vez que te llegue a conocer, le gustarás.
Lali observó como su
amiga daba media vuelta y se iba. No era tan optimista como
Cande.
Pepo era el
hermano de Peter, y la tensión y la animosidad entre ella y Peter era algo
tangible. No había hablado con
Peter desde la lectura de testamento de Henry,
pero lo había visto varias veces. Lo había visto haciendo ruido por Wagon Wheel
Road con su Harley, y unos días más tarde entrando en Mort con una pelirroja
pegada a su lado. La última vez que había puesto los ojos en él estaba en el
cruce de Main y La Primera. Estaba parada en el semáforo, y él había cruzado la
calle delante de ella. “No sé, Frank. Ella es preciosa. ¿Qué
ocurre si simplemente no puedo controlarme?”
Su mano se había
tensado en el volante, y sus mejillas habían comenzado a arder. Su atención se
había centrado en la carpeta que él llevaba en la mano derecha, y se había
preguntado que haría él si accidentalmente lo atropellase. Si su pie
accidentalmente resbalara del freno y el coche saliera disparado. Si ella
accidentalmente le atropellase, y luego diera marcha atrás y otra vez para delante
sólo para asegurarse.
Había acelerado al
máximo el motor del Miata como si fuera Cha-cha
Muldowney[16]
esperando que bajaran la bandera, luego había soltado el embrague y el coche
salió disparado hacia el paso de peatones.
Peter levantó la cabeza
repentinamente, y había saltado a un lado. Sus cejas se levantaron y sus fríos
ojos verdes la taladraron. Por una décima de segundo el parachoques no se había
llevado por delante su pierna derecha.
Ella le había sonreído.
En ese momento, la vida había sido realmente buena.
Lali dudó durante
horas si aparecer en la fiesta de
Cande o no. No se había decidido por completo
hasta que se vio sentada cómodamente con un montón de revistas y una caja de
vino. Tenía veintinueve años, y si no hacía algo rápido, tenía miedo de
convertirse en una de esas mujeres que llevaban sombreros en vez de cepillarse
el pelo y sustituyendo sus plataformas rojas por unos Easy Spirit. Antes de
volver a cambiar de idea, se puso un jersey negro de cuello alto y una chaqueta
de cuero color lima. Sus pantalones vaqueros también eran negros, pero sus
botas hacían juego con la chaqueta. Se esponjo los rizos suaves y pequeños aros
de oro brillaban en los cuatro agujeros que tenía en cada oreja.
Lali llegó a la
fiesta, después de las ocho. Tres chicas de trece años riendo tontamente
abrieron la puerta y la llevaron hacia la parte posterior de una espaciosa casa
construida con cedro y piedra de río.
—Están todos aquí —
informó una de las chicas de ojos oscuros—. ¿Dejas el bolso en la habitación de
mi papá?
Pensó en el contenido
de su pequeño bolso que parecía una sombrerera: la cartera y una barra de lápiz
color Borgoña. Sin la cartera podría vivir, pero no podría reemplazar su barra
de Estee Lauder durante un año.
—No, gracias. ¿Eres
Sophie?
La chica apenas miró
por encima de su hombro a
Lali mientras pasaban a través de la cocina.
—Si. ¿Quién eres?
Sophie tenía corrector,
granos y un pelo asombrosamente grueso con las puntas horriblemente secas y
abiertas. Las puntas abiertas volvían loca a
Lali. Era como una de esas
personas que cuando un cuadro está torcido se vuelve loca si no lo pone al
derecho.
—Soy amiga de
Cande,
Lali.
La cabeza de Sophie
giró y sus ojos se abrieron.
—¡Oh Dios mio! Oí a mi
abuela hablar de ti.
Por la expresión de la
cara de Sophie, Benita no había dicho cumplidos de ella.
—Estupendo, — masculló
Lali mientras pasaba por detrás de las tres chicas. Atravesó unas puertas de
cristal dobles que daban a una terraza. La blanca playa arenosa de debajo
estaba llena de las sombras de dos poderosas Ponderosas, y varios botes estaban
atados al muelle balanceándose sobre las olas suaves del Lago Mary.
—Hola —saludó
Cande y se
excusó ante el círculo de personas que estaban con ella—. Me preocupaba que no
vinieras. ¿Tuviste que ir a otro sitio antes?
Lali miró sus ropas,
y luego levantó su mirada a los otros invitados que llevaban camisetas y
pantalones cortos.
—No. Es que tengo frío,
—contestó—. ¿Estás segura de que está bien que esté aquí?
—Segura. ¿Cómo fue el
desfile?
—Fue casi exactamente
igual que el último que ví, pero del grupo de veteranos de La Guerra Mundial sólo
quedan dos viejos en la parte trasera de un bus escolar—. Ella sonrió, más
relajada de lo que había estado en un mes—. Y lo más emocionante fue adivinar
cual sería la tuba que tocaría cuando salieran los caballos.
—¿Cómo estuvo la banda
de la escuela secundaria? Sophie me dijo que estuvieron muy bien este año.
Lali intentó hacer
un cumplido.
—Bueno, los uniformes
son mejores que cuando estábamos en la escuela.
—Eso es lo que pensé—. Se
rió
Cande—. ¿Tienes hambre?
—Ya he comido.
—Vamos y te presentaré
a la gente. Hay algunas personas que puede que recuerdes.
Cande seguida de
Lali se integró con el grupo de personas que se reunían alrededor de dos barbacoas.
No más de quince, los invitados eran una combinación de amigos que
Cande y
Pepo conocían de toda la vida y personas que trabajaban en Construcciones
Lanzani.
Lali conversó con
Andrea Huff, la mejor lanzadora de béisbol en la escuela primaria. Andrea
estaba casada con John French, de niño había detenido con su estómago uno de
los lanzamientos de Andrea y había vomitado una mezcla de queso y macarrones en
el campo de juego. Los dos parecían felices juntos, y
Lali se preguntó si no
estarían hechos el uno para el otro desde siempre.
—Tengo dos hijos—. Señalo
la playa de abajo, se detuvo inclinándose sobre la barandilla y gritando a voz
en cuello a un grupo de niños que entraban en el lago, —¡Eric! Eric French, te
dije que no te metieras en el agua tan pronto después de comer.
Un niño volvió la
cabeza y levantó una mano como visera.
—Sólo me metí hasta las
rodillas.
—Muy bien, pero si te
ahogas no me vengas luego gritando—. Andrea suspiró mientras se incorporaba—. ¿Tienes
niños?
—No. Nunca he estado
casada.
Andrea la miró como si
fuera una extraña, y en Truly,
Lali supuso que tener veintinueve años y no
haberse casado era algo muy raro.
—Ahora, cuéntame lo que
has hecho desde secundaria.
Lali le habló de los
lugares que había vivido, y luego la conversación derivó a los recuerdos que
cada una tenía de lo que habían hecho al mismo tiempo en el pequeño pueblo.
Charlaron sobre ir en trineo al pie del Monte Espósito, y se rieron de aquella vez
en la que Andrea había perdido la parte superior de su bikini haciendo esquí
acuático sobre el lago.
Algo cálido, e
inesperadamente cercano invadió el alma de
Lali. Hablar con Andrea era como
si acabara de encontrar algo que ni siquiera sabía que había perdido, como unas
zapatillas viejas descartadas hacía mucho tiempo por un par más bonito y nuevo.
Después de Andrea, Cande presentó a
Lali a varios solteros que trabajaban con
Pepo, y
Lali se
encontró siendo receptora de una halagadora atención masculina. La mayor parte
de los chicos eran menores que
Lali.
Algunos estaban muy morenos, con músculos duros como el acero, como si hubieran
salido de un anuncio de Coca Cola Light. Lali se alegró de no haberse
acomodado sobre la caja de Franzia.
Especialmente cuando un conductor de excavadora llamado Steve le dio una
botella de Bud y la miró con sus claros ojos azules. Su pelo era como sirope de
caramelo decolorado por el sol, y había cierto desaliño en él que
Lali hubiera encontrado enormemente atractivo si no hubiera sido tan artificial. Su
pelo estaba estratégicamente despeinado y se había echado un gel para que
pareciera natural. Steve sabía que era muy guapo.
—Voy a ver que hace
Pepo—.
Cande sonrió abiertamente, luego le hizo a
Lali un signo de
aprobación detrás de la espalda de Steve como si todavía estuvieran en
secundaria y se tuvieran que aprobar las citas.
—Te he visto por ahí —
dijo Steve tan pronto como se quedaron solos.
—¿En serio?— llevó la
cerveza a sus labios y tomó un trago—. ¿Dónde?
—En tu pequeño coche
amarillo—. Su sonrisa mostró unos dientes muy blancos, ligeramente torcidos—. Es
difícil no verte.
—Supongo que mi coche
llama la atención.
—No tu coche. Tú. Es
difícil no verte.
Se había sentido tan
invisible con las camisetas de algodón y los pantalones cortos que había
llevado puestos últimamente que se señaló y preguntó:
— ¿Yo?
—¿No me digas que eres
una de esas chicas que le gusta fingir que no sabe que es guapa?
¿Guapa? No,
Lali sabía que
no era guapa. Era atractiva y podía sacarse mucho partido si lo intentaba. Pero
si Steve quería decir que era guapa, que lo hiciera. Porque, artificial o no,
no era un perro, ni figurada ni literalmente. Pasaba tanto tiempo con Duke y
Dolores que si se dejaba llevar, podría derretirse bajo tal atención.
—¿Cuántos años tienes?—
le preguntó.
—Veintidos.
Siete años. A los
veintidós
Lali estaba experimentando con la vida. Se había sentido como un
convicto cumpliendo una pena de cinco años que de pronto obtuviera la libertad.
Entre los diecinueve y los veinticuatro, había vivido la vida con un abandono
temerario y libertad absoluta. Se había divertido de lo lindo, pero se alegraba
de ser mayor y más sabia.
Volvió a mirar a las
adolescentes de la playa haciendo gestos con sus manos y brazos y corriendo al
borde del lago. No era mucho mayor que
Steve, y no era como si buscara un compromiso.
Lali se llevó la botella a
sus labios de nuevo y tomó otro trago. Quizá lo pudiera usar sólo para el
verano. Usarlo y después deshacerse de él. Los hombres ciertamente la habían
usado y se habían deshecho de ella. ¿Por qué no podía tratar a los hombres de
la misma manera en que la trataban? ¿Cúal era la diferencia?
—El tío
Peter ha vuelto
— Sophie llamó a
Pepo, que se levantó de entre varias personas.
Lali dejó de pensar.
Su mirada fue hasta el bote que lentamente navegaba al final del embarcadero,
al hombre que se delineaba detrás del timón, sus piernas separadas, sus
cabellos castaños despeinados por el viento. La sombra de un pino con una
altura imponente cruzó la superficie del agua y lo ocultó a él y a sus tres
pasajeras en las sombras. Sophie llegó al muelle con sus amigas detrás de ella,
su charla excitada sobreponiéndose al ruido del motor fuera borda. El sonido de
la risa de
Peter llegó a
Lali con la brisa. Colocó su cerveza en la
barandilla y buscó a
Cande varios metros detrás; tenía una mirada culpable.
—Con permiso, Steve,
—dijo y se acercó a su amiga.
—No me mates — murmuró
Cande.
—Me lo deberías haber
dicho.
—¿Hubieras venido?
—No.
—Entonces me alegro de
haberte mentido.
—¿Crees que una vez que
esté aquí no me voy a ir?
—No seas cobarde.
Necesitas superar tus sentimientos hostiles hacia
Peter.
Lali escudriñó los
ojos de su amiga de infancia e intentó no sentirse herida por su comentario. Se
recordó a sí misma que
Cande no tenía ni idea del testamento de Henry o de la
noche en que
Peter la había utilizado hacía diez años.
—Sé que va a ser tu
cuñado, pero tengo razones muy buenas por que sentirme “hostil” hacia él.
—
Pepo me las dijo.
Una miríada de
horribles preguntas atravesó la cabeza de
Lali. Se preguntó quién sabía qué.
Qué sabían, y quien se lo había dicho.
—¿Qué te dijo?
—Me contó lo del
testamento.
Lali miró por encima
de su hombro a
Pepo, que miraba fijamente al lago. Hubiera preferido que nadie
supiera nada del testamento, pero no era su mayor preocupación. Tenía la
esperanza, de que su mayor temor aún permaneciera sepultado en el pasado.
—¿Cuánto hace que lo
sabes?
—Hace un mes, y
desearía que me lo hubieras contado. Quería que participaras en mi boda, pero
estaba esperando que me dijeras que ibas a quedarte por aquí. Fingir que no lo
sé ha sido bastante duro, pero ahora puedo preguntarte si quieres ser una de
mis damas de honor. Quería que fueras mi madrina, pero no puede ser porque se
lo tuve que pedir a mi hermana. Pero yo…
—¿Exactamente qué te
dijo Pepo?— interrumpió
Lali agarrando a
Cande por el brazo y llevándola a
una parte desierta de la terraza.
—Que si te vas de
Truly,
Peter hereda tu parte de la herencia de Henry y si los dos tenéis
relaciones sexuales, tú heredas la suya.
—¿Quién más lo sabe?
—Benita, que yo sepa.
Por supuesto.
—Y quizá Sophie. Dijo algo de que había oído
sin querer a su abuela—. El temor se instaló en su estómago, y soltó el brazo
de
Cande.
—Esto es tan
humillante. Ahora todo el pueblo lo sabrá, y no podré ir a ningún sitio sin
personas vigilándome para asegurarse de que no dejo el pueblo ni tengo sexo con
Peter—. Sintió que su cabeza estallaba ante ese pensamiento—. Como si eso fuera
a ocurrir en algún momento.
—Nadie más lo sabrá. Si
te preocupa Sophie, hablaré con ella.
—¿Y te escuchará?
—Si le digo que todos
los rumores podrían lastimar a
Peter, lo hará. Le adora. A los ojos de Sophie,
Peter es un santo y no hace nada malo.
Lali miró sobre su
hombro vigilando a San
Peter con su harén de hembras abriéndose camino por el
embarcadero. Le dio un gran abrazo a Sophie, y ella y sus amigas corrieron
hacia una mesa en la playa. Con su camisa abierta de color verde, el Levi’s
gastado con un gran roto encima de la rodilla derecha, y las chancletas de
goma, parecía como si acabara de salir de la cama. La mirada de
Lali se
desvió a las tres mujeres. Tal vez lo acababa de hacer.
—Me pregunto donde las
recogió — dijo
Cande, refiriéndose a la rubia que iba a su lado y a las dos
morenas que lo seguían detrás—. Sólo iba a su casa a coger algunos cohetes para
Sophie.
—Pues parece que cogió
algo más que los cohetes. ¿Quiénes son esas mujeres?
—La rubia es Gail Algo,
no sé su nombre de casada, pero su padre es el Juez Tanner. Las dos de atrás
parecen las gemelas Howell, Lonna y Lanna.
Lali recordaba a
Gail Tanner. Era varios años mayor que
Lali, y sus familias ocasionalmente
se habían relacionado. También la reconoció como la mujer con la que se había
ido
Peter del entierro de Henry. A las gemelas Howell no las conocía.
—¿Gail está casada?
—Divorciada.
Lali se giró para ver
mejor. Las mujeres llevaban puestos tops apretados metidos en los pantalones
vaqueros. A
Lali le hubiera gustado ignorarlas como a vagabundos, pero no lo
podía hacer. Parecían más modelos que busconas.
—¿Se ha puesto
implantes? No recuerdo que tuviera unas tetas tan grandes.
—Implantes y también
liposucción del trasero.
—Hmm—. la mirada de
Lali regresó a
Peter y al
triángulo de muslo visible a través del roto de sus vaqueros—. ¿Viste cuando
hicieron esa liposucción en la tele? Demonios, me dolieron todos mis michelines
sólo de pensarlo.
—Es asqueroso. Parecía
grasa de pollo.
—¿Te la harías?
—En un segundo. ¿Y tú?
Lali miró a su amiga
mientras se lo pensaba.
—Creo que no, pero
supongo que me arreglaré los pechos cuando los tenga caídos por debajo del
ombligo. Tengo la esperanza de que no sea hasta dentro de veinte años—. La
declaración de
Lali centró la atención de
Cande en su pecho.
—Siempre has tenido
unas tetas estupendas. Las mías nunca fueron gran cosa, pero tengo un culo
genial.
Las dos mujeres
dirigieron su atención a la parte trasera de
Cande.
—Mejor que el mío
—admitió
Lali, luego volvió a mirar a
Peter y a sus tres mujeres que
atravesaban la playa hasta la base de las escaleras que llevaba a la terraza—. Entonces,
¿cuál es su novia?
—No lo sé.
—Probablemente las
tres.
—Probablemente — Estuvo
de acuerdo
Cande.
—Ninguna — Habló
Pepo desde atrás.
Lali gimió
mentalmente y cerró los ojos.
La acababan de cazar
cotilleando sobre
Peter. Peor, la había atrapado
Pepo. Se preguntó cuánto tiempo
llevaba parado allí. Se preguntó si las había escuchado hablar sobre
operaciones de pecho, pero no se atrevió a preguntar. Lentamente se giró hacia
él, haciendo un gran esfuerzo mental para decir algo.
Afortunadamente,
Cande no tuvo el mismo problema.
—¿Estás seguro de que
no sale con las gemelas?
—No — contestó, luego
añadió con una cara completamente seria —
Peter es hombre de una sola mujer.
Lali miró a
Cande y
las dos estallaron en risas.
—¿Qué es tan gracioso?—
quiso saber Pepo. Cruzó los brazos sobre el pecho y sus cejas oscuras formaron
una línea en su frente.
—Tú — contestó
Cande y
besó sus sólidos labios. —Estás
chiflado, pero es una de las cosas que amo de ti.
Pepo pasó un brazo
alrededor de la cintura de Cande y la apretó contra sí.
—Te amo también, alu
gozo.
Nunca nadie había
murmurado palabras exóticas a
Lali, a no ser que contara “Hazlo, cariño”.
Nunca nadie la había amado de la forma en que
Pepo obviamente amaba a
Cande. Y
nadie tendría una maldita posibilidad, ya sea dicho, mientras estuviera parada
en Truly sin nada más que hacer que pasear los perros. Tenía que haber algo
mejor que hacer allí que recoger mierda de perro.
—¿De quien es el
edificio al lado del tuyo?
—Ahora tuyo—. se
encogió de hombros
Pepo—. O quizá de tu madre. Supongo que dependerá de cómo
se reparta la herencia de tu padre.
—¿En serio?— recibió
las noticias con una enorme sonrisa en los labios.
—Si. Henry era el
propietario de la manzana entera.
—¿De tus oficinas,
también?
—Si.
Con eso tenía mucho en
qué pensar y dio un paso atrás.
—Bueno, gracias por la
invitación — les dijo, con la intención marcharse antes de que
Peter recorriera
la distancia que los separaba.
—Pero si ya estás aquí,
—señaló
Cande—. Quédate hasta después de los fuegos artificiales.
Pepo , dile
que queremos que se quede.
—¿Por qué no te
quedas?— dijo Pepo y tomó la bota que
llevaba sobre el hombro y se la ofreció.
Estupendo, ahora
parecería un bebé si se fuera. Tomó el saco de piel de cerdo y preguntó,
— ¿Qué es esto?
—Txakoli—. Como
ella no bebió, agregó—: vino tinto. Es para ocasiones especiales y días de
fiesta.
Lali levantó el saco
y un chorrito de vino resbaló por su barbilla antes de caer en su boca. El vino
era dulce y muy potente, y cuándo lo bajó, el vino cayó por su garganta—. Creo
que debería conseguir un vaso — bromeó y se limpió la barbilla y el cuello.
Desde atrás, le
quitaron la bota de su mano. Se giró y clavó los ojos en un pecho ancho y una
camiseta de algodón verde decolorado. Su estómago se retorció como una galleta
cubierta de sal mientras lentamente paseaba la mirada de los labios de
Peter a
sus ojos verdes. Los chicos
Lanzani tenían la mala costumbre de acercársele
a hurtadillas por detrás.
—Abre— dijo.
Ella inclinó la cabeza
hacia un lado y clavó los ojos en él.
—Abre —repitió y puso
la bota a varios centímetros de su cara.
—¿Qué vas a hacer si no
lo hago? ¿Regarme el vino por encima?
Él sonrió, lenta y
sensualmente.
—Sí.
Ella no lo dudó ni por
un momento. Al segundo había abierto los labios, el vino se deslizó entre sus
labios abiertos. Observó indefensa como
Cande y
Pepo se daban la vuelta y se
iban. Los hubiera detenido si no se hubiera visto forzada a guardar silencio.
Entonces el chorro de vino cesó súbitamente y una última gota cayó. Ella tragó
y se lamió la comisura de la boca. No dijo una sola palabra.
—De nada.
La brisa le llevó el
perfume de su piel e hizo jugar las hebras de su grueso pelo. Olía al aire limpio de la montaña y a sensual hombre.
—No te pedí ayuda.
—No, pero necesitas un
montón de txakoli para que yo no te parezca un grano en el culo. —Él se
reclinó ligeramente y levantó la bota. Un arco rojo llenó su boca, y su
garganta se movió mientras tragaba. Un fino vello negro oscurecía su axila, y
por primera vez,
Lali advirtió el tatuaje que rodeaba su bicep derecho. Era
una fina corona de espinas, y las vueltas y púas de tinta negra destacaban con
viveza contra de su suave piel color café claro. Bajo la bota y chupó una gota
de vino de su labio inferior—. ¿Me ibas a atropellar el otro día, Fierecilla?
Ella intentó no
reaccionar.
—No me llames así, por
favor.
—¿El qué? ¿Fierecilla?
—Sí.
—¿Por qué no?
—Porque no me gusta.
A
Peter le importaba un
bledo lo que a ella le gustara. Había tratado de atropellarlo, sin ninguna
duda. Él deslizó la mirada por su cuerpo de arriba abajo.
—Creo que es una pena—.
Al momento de poner un pie en la terraza, la había visto, y no sólo porque
llevara puesto un jersey de cuello alto y la chaqueta verde de cuero cuando
todos los demás estaban vestidos con ropa veraniega. Fue su pelo. El sol
poniente había quedado atrapado en todos esos tonos diferentes de castaño y
parecía iluminarla.
—Entonces supongo que
la próxima vez que te vea en un paso de peatones, no frenaré.
Peter dio un paso
adelante hasta que ella tuvo que inclinar la cabeza para poder mirarlo. Su
mirada se movió sobre sus mejillas perfectas de porcelana hasta sus labios
rosados. La última vez que había estado tan cerca de ella, había estado desnuda.
—Hazlo lo mejor que
puedas—. Blanco y rosa. Eso era la mayor
parte de lo que recordaba. La suave boca rosada y la lengua. Los firmes pechos
blancos y los arrugados pezones rosados. Los blancos muslos sedosos.
Ella abrió la boca para
decir algo, pero lo fuera que fuera lo que iba a decir fue silenciado cuando
Gail se acercó.
—Aquí estás — dijo Gail
mientras rodeaba a
Peter con un brazo—. Apresurémonos y cojamos un lugar en la
playa antes de que empiece el espectáculo.
Peter se quedó mirando
los grandes ojos color café de
Lali y sintió un apretón en la ingle que no
tenía nada que ver con la mujer que se apoyaba en él. Se volvió y fijó su
atención en Gail.
—Si tienes tanta prisa,
ve delante.
—No, esperaré—. Gail
desvió la mirada de
Peter a
Lali. Agarró su brazo con fuerza.—Hola,
Lali.
Oí que habías vuelto.
—Por algún tiempo.
—La última vez que
hablé con tu madre, me dijo que eras auxiliar de vuelo en United.
El ceño frunció la
frente de
Lali y miró alrededor como si estuviera buscando desesperadamente
una vía de escape.
—Eso fue hace cinco
años, y me ocupaba de los equipajes, no era auxiliar de vuelo, —dijo y
retrocedió un paso.— Bueno, me alegro de verte otra vez, Gail. Me tengo que ir.
Le dije a
Cande que la ayudaría a... ah ... hacer algo—. Sin ni siquiera una
mirada en dirección a
Peter, se dio la vuelta y se fue.
—¿Qué hay entre
vosotros dos?— preguntó Gail.
—Nada—. No quería
hablar de
Lali, especialmente no con Gail. Ni siquiera quería pensar en
ella. Era un problema para él. Siempre lo había sido. Desde la primera vez que
había mirado sus grandes ojos castaños.
—Cuando venía hacia
aquí parecía como sí hubiera algo.
—Basta ya—. Se liberó del apretón de Gail y se dirigió a
la casa. Cuando, había ido a su casa para recoger los cohetes para Sophie, Gail
y las gemelas estaban delante de su puerta. No le gustaba que las mujeres se
dejaran caer por su casa. Les daba ideas poco realistas de su relación con
ellas. Pero era un día de fiesta, y había decidido pasar por alto la intrusión
esta vez y las había invitado a casa de
Pepo. Ahora deseó no haberlo hecho.
Reconoció esa mirada vehemente en los ojos de Gail. No estaba dispuesta a
soltarlo.
Gail siguió a
Peter,
pero esperó hasta que estuvieron en la cocina desierta antes de continuar
—¿Recuerdas cuándo
Lali se fue hace diez años? Mucha gente dijo que estaba embarazada. Y mucha
gente opinaba que tú eras el padre.
Peter puso la bota de
Pepo en la encimera, y abrió la nevera. Cogió dos Miller y le
quitó la tapa a cada una. Recordaba los rumores. De hecho según de quien lo
oyera, los cotilleos versaba sobre
Lali y él haciendolo en cien lugares
diferentes y de formas muy imaginativas. Pero fuera cual fuera la versión que
se oyera, el final era siempre igual. Peter Lanzani había puesto sus manos
sucias en Lali Espósito. Había dejado preñada a la princesa.
Henry no había sabido
qué creer. Había estado furioso ante la posibilidad de que el rumor fuera cierto. Le
había ordenado a Peter que le dijera la verdad. Por supuesto,
Peter no dijo nada.
—¿Lo hiciste?
Ahora todo resultaba
endiabladamente irónico. Diez años más tarde, Henry quería que dejara preñada a
Lali.
Peter le dio a Gail las cervezas frías.
—Te dije que ya
bastaba.
—Creo que tengo derecho
a saberlo, Peter.
Él miró sus ojos azules
y se rió sin humor.
—Tú no tienes derecho a
nada.
—Tengo derecho a saber
si ves a otras mujeres.
—Sabes que lo hago.
—¿Qué pasaría si te
pidiera que lo dejaras de hacer?
—No lo hagas — la
avisó.
—¿Por qué no? Estamos
mucho más cerca desde que nos hemos convertido en amantes. Podríamos tener una
maravillosa vida juntos si quisieras.
Sabía que no era el
único hombre en la lista de Gail de maridos potenciales. La diferencia era que
ostentaba el primer puesto. Durante un tiempo, ser el número uno en la lista de
éxitos sexuales de Gail había sido divertido. Pero últimamente ella se había
vuelto demasiado posesiva y eso lo irritaba.
—Te dije desde el
principio que no esperaras nada de mí. Nunca confundo sexo y amor. Una cosa no
tiene nada que ver con la otra—.
Peter puso la cerveza en sus labios y dijo, —no
te lo tomes a mal, pero no te amo.
Ella cruzó los brazos
bajo los pechos y se recostó contra la encimera de la cocina.
—Eres un mierda. No sé
como te aguanto.
Peter tomó un trago
largo. Ambos sabían porqué lo hacía.
Lali tocó el fuerte
brazo masculino de Steve que rodeaba su cintura y la atraía a su lado. Cohetes
blancos, rojos y azules explotaron en la noche negra, cubriendo el lago de las
chispas de los fuegos artificiales mientras
Lali comprobaba la fuerza del
abrazo de Steve. Decidió que le gustaba. Le gustaron el contacto y el calor. Se
sintió viva otra vez.
Miró a la izquierda y
vió como
Peter enterraba la mitad de un cohete en la arena. Hacía unos minutos,
había visto los fuegos artificiales, que Tío
Peter, había traído a su sobrina.
No había ni un sólo cohete legal en toda la costa.
Una ráfaga de oro
iluminó su perfil durante unos breves segundos, y apartó la mirada. Ya no iba a
evitarle. No iba a andar escondiéndose porque no quisiera toparse con él. No
iba a pasarse el resto de su tiempo en Truly de la manera que había pasado el
mes pasado. Tenía un plan. A su madre no iba a gustarle, pero a
Lali no le
importaba en absoluto.
Y también tenía una
boda que esperar con ilusión en noviembre.
Cande la había abordado otra vez
sobre participar en su boda y
Lali le había dicho que sí con placer. Recordó
que tiempo atrás
Cande y ella se habían recogido el pelo con horquillas y habían
jugado a recorrer el pasillo. Habían especulado sobre quién se casaría primero.
Incluso habían esperado hacer una boda doble. Ninguna de las dos habría creído
que llegarían solteras hasta la madura edad de veintinueve.
Veintinueve. Hasta donde sabía, era
la única de sus compañeras de la escuela que no se había casado por lo menos
una vez. En febrero cumpliría los treinta años. Una mujer de treinta años sin
casa propia y sin nadie en su vida. Lo de la casa no le preocupaba en absoluto.
Con tres millones podría comprarse una casa. Y el hombre. No era que necesitara
un hombre en su vida. No lo hacía, pero habría sido bonito tenerlo algunas
veces. Hacía mucho que no tenía novio y echaba de menos la intimidad.
Su mirada volvió a la
silueta oscura del hombre que encendía cohetes cerca del borde del agua. Él la
miró por encima del hombro. Un pequeño cosquilleo se asentó en su estómago, y
rápidamente miró hacia arriba al cielo de la noche.
En el pueblo hacían
unos finales tan espectaculares que iluminaban todo el lago como un amanecer y
parecía como si el bote del Coronel Mansfield estuviera en llamas. A la gente
le encantaban los fuegos, y lo exteriorizaban haciendo estallar cohetes en
playas y balcones. Dragones felices, Cobras y Poderosos Rebeldes salían
súbitamente entre los chorros de fuego. Los fuegos artificiales legales salían
de Whistling Pete's, silbando mientras ascendían por el cielo, zumbando en el
silencio de la noche.
Lali había olvidado
que la gente de Truly era pirómana. Un cohete silbó sobre su cabeza y estalló
en una lluvia roja sobre la terraza de
Pepo.
Bienvenidos a Idaho. La
tierra de las patatas y los fuegos artificiales.
no entiendo xk si viven en Idaho heben txakoli y hablan en euskera (vasco) xk da la casualidad de k yo sy del Pais Vasco... :)
ResponderEliminarMASSSS NOVE amiiiiga!! jaja
ResponderEliminarAl anonimo, porque la familia de la madre de peter es vasca! :D en breve otro cap!
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