sábado, 2 de junio de 2012

Cap 19

Chicas!!!! Cap 19!!!! En el prox se termina!!! :D Gracias a las lectoras y a las que firmaban!!! :D

Capítulo 19



Peter estaba delante de la chimenea de piedra y clavó los ojos en las luces intermitentes que Sophie le había ayudado a colgar del árbol. Se llevó la cerveza sobre los labios y las luces se nublaron cuando echó la cabeza hacia atrás.
Lo sabía. Los últimos días había vivido una fantasía. Se la había creído cuando pasó la noche en la diminuta cama rosa y se había permitido imaginar una casa, un perro y un par de niños. Se había permitido imaginarla con él, durante el resto de su vida, y lo había querido más que respirar.
En cuanto me vaya en junio, nunca me verás. Si crees que me has visto poco desde que me fui hace diez años, espera ahora. Cuando me vaya esta vez, ni siquiera te diré donde estoy. Cuando me vaya, tendré tres millones de dólares y nunca volveré a visitarte.
Era tonto. Sabía que ella se iría, pero se había permitido comenzar a pensar que la haría quedarse. Ella le había dicho que lo amaba. Como un montón de mujeres en ese momento en particular, cuando él estaba en su interior dándoles placer. Nunca significaba nada, y él no era el tipo de tío que buscara y esperara jodidas señales para ver si lo hacía.
El timbre de la puerta sonó y creyó que vería a Lali. Pero se encontró a Gail en su lugar.
—Feliz Navidad —dijo ella y tendió una caja brillante de colores hacia él. La dejó entrar porque necesitaba una distracción.
—No tengo nada para ti—. Él colgó su abrigo, luego la llevó a la cocina.
—No pasa nada. Sólo son galletas, nada más. Josh y yo teníamos de más—. Peter colocó la caja en la encimera y la miró. Ella llevaba un vestido rojo ajustado y tacones de aguja rojos. Apostaría a que llevaba debajo un liguero rojo y nada más. Había ido de visita para algo más que entregarle una caja de galletas, pero él no estaba ni un poco interesado.
—¿Dónde está tu hijo?
—Su padre le tiene esta noche. Toda la noche. Pensé que tú y yo podríamos pasar un rato juntos en el jacuzzi.
El timbre de la puerta sonó por segunda vez en cinco minutos, y esta vez era Lali. Ella estaba de pie sobre el porche, con un regalo de papel rojo metálico en las manos y una sonrisa en sus labios. Su sonrisa murió cuando vio a Gail a su espalda y cómo le ponía una mano en el hombro. La podía haber quitado. Pero no lo hizo.
—Entra, —dijo él—. Gail y yo estábamos a punto de meternos en el jacuzzi.
—Yo — Su mirada atontada se movió entre ellos—. No traje el bañador.
—Ni Gail—. Él sabía lo que ella pensaría y la dejó pensarlo—. No lo necesitas.
—¿Qué pasa, Peter?
Él envolvió un brazo alrededor de la cintura de Gail y la apretó contra su lado. Tomó un trago de la botella y miró a la mujer que amaba tanto que el dolor le oprimía el pecho.
—Eres mayorcita. Suponlo.
—¿Por qué te portas así? ¿Estás enfadado por lo que sucedió antes? Ya te dije que me aseguraré de que mi madre no diga nada.
—No me importa eso—. Incluso si él hubiera querido detener el dolor que le estaba causando, no podía. Se sentía como un niño impotente otra vez, vigilándola y queriéndola tanto que se volvía loco—. ¿Por qué no te unes a nosotros en el jacuzzi?
Ella negó con la cabeza.
—Tres son multitud, Peter.
—No, tres es un número condenadamente bueno—. Él supo que nunca olvidaría el dolor de sus ojos, y se volvió a mirar a Gail—. ¿Qué te parece? ¿Te prestas a un trío?
—Un…
Él miró otra vez a Lali y elevó una ceja.
—¿Estás de acuerdo?
Ella levantó su mano libre y agarró su abrigo de lana por encima del corazón. Dio un paso atrás y su boca se movió pero no salió ninguna palabra. Él miró su espalda, el brillante paquete rojo olvidado en su mano, y su carrera por la acera hacia su coche. Mejor que se fuera antes de que él le rogara que se quedara. Mejor terminar ahora. Peter Lanzani no rogaba a nadie que le amara. Nunca lo había hecho y nunca lo haría.
Se obligó a quedarse allí, y se obligó a mirar como se marchaba en el coche saliendo de su vida. Sintió como se le desgarraban las entrañas, luego le dio a Gail su abrigo.
—No soy buena compañía —dijo, y por una vez ella tuvo el sentido común de no juzgarlo ni decir nada.
Solo, entró en la cocina y abrió otra cerveza. A medianoche se  había graduado en Jim Beam[1]. Peter no estaba necesariamente medio borracho, pero si estaba de igual humor. Bebía para olvidar, pero cuanto más bebía más recordaba. Recordó el perfume de su piel, la textura suave de su pelo y el sabor de su boca. Se quedó dormido en el sofá con el sonido de su risa en los oídos y su nombre en los labios. Cuando se despertó a las ocho, su cabeza latía, y supo qué necesitaba para desayunar. Cogió el bote de Bufferin y mezcló un poco de zumo de naranja con vodka. Estaba con la tercera copa y la séptima aspirina cuando su hermano entró en su casa.
Peter yacía en el sofá de cuero, viendo el canal de surfing con el mando de la  gran televisión panorámica en una mano. Ni se molestó en levantar la vista.
—Pareces que estás hecho una mierda.
Peter cambió el canal y vació el vaso.
—Así es como me siento, ¿por qué no te vas?
Pepo se puso delante de la televisión y la apagó.
—Pensábamos que ibas a venir ayer por la noche para la cena de Navidad.
Peter colocó el vaso vacío y el mando en la mesita. Finalmente miró a Pepo de pie en mitad de la habitación, rodeado de una incandescencia nebulosa, amable como la fotografía de Jesús que su madre tenía colgada en la pared del comedor.
—No lo hice.
—Obviamente. ¿Qué te pasa?
—No te importa—. Su cabeza latía y quería quedarse solo. Puede que si estuviera borracho un par de meses, el alcohol borraría esa voz persistente en su cabeza que había empezado a fastidiarle alrededor de medianoche, llamándole idiota y diciéndole que había cometido el error más grande de su vida.
—Cande llamó a Lali esta mañana. Creo que ella está bastante alterada por algo. ¿Tienes algo que ver?
—Si.
—¿Que se supone que hiciste?
Peter se levantó y la habitación dio dos vueltas antes de detenerse.
—No te metas en lo que no te importa—. Se movió para pasar de largo, pero su hermano le agarró por el puño la camisa. Él miró hacia abajo a los dedos apretados de Pepo sujetando la franela, y no se lo podía creer. Los dos no se habían peleado físicamente desde hacía quince años, ante la puerta trasera de su madre.
—¿Qué demonios te pasa?— empezó Pepo—. Durante la mayor parte de tu vida sólo has querido una cosa. Una. A Lali Espósito. Tan pronto como parece que finalmente vas a obtener lo que quieres, haces algo para perderla. La lastimaste a propósito para que te odiara. Como siempre. ¿Y sabes qué? Te odia.
—¿Por qué te importa?— Peter subió la mirada a los profundos ojos castaños de  su hermano—.  Ella ni siquiera te gusta.
—Me gusta bastante, pero lo que yo opine no importa. Tú estás enamorado de ella.
—No tiene importancia. Se va en junio.
—¿Lo dijo ella?
—Si.
—¿Le pediste que se quedara? ¿Intentaste siquiera decirle algo?
—No habría habido ninguna diferencia.
—Eso no lo sabes, y en lugar de averiguarlo, vas a dejar que salga de tu vida la única mujer que has amado. ¿Qué pasa contigo? Eres un cobarde de mierda.
—Que te jodan, Pepo—. Él apenas vio el puño de Pepo antes de que lo estrellase en su cara. Una luz explotó entre los ojos de Peter y cayó dando con la parte de atrás de la cabeza en el suelo de madera. Su vista se ensombreció y pensó que incluso se desmayaría. Desafortunadamente los halógenos del falso techo lo enfocaron y con la vista despejada, su cabeza se sentía como si se hubiera partido en dos. El pómulo comenzó a latir, lo mismo que su cerebro. Gimió y con mucho cuidado se tocó el ojo—. Eres un imbécil, Pepo, y cuando me levante, voy a patearte el culo.
Su hermano se cernió sobre él.
—No podrías patear ni el culo del viejo Baxter, y lleva diez años empujando uno de esos cilindros de oxígeno.
—Me reventaste la cabeza.
—No, tu cabeza es demasiado dura. Aunque probablemente quizá se haya agrietado el suelo—. Pepo sacó un juego de llaves del bolsillo de su pantalón—. No sé que hiciste a Lali para que te odiara, pero vas a despejarte y a darte cuenta de que cometiste un gran error. Espero que no sea demasiado tarde—. Frunció el ceño y señaló con el dedo a su hermano—. Date una ducha, Peter. Hueles como una destilería.

3 comentarios:

  1. QUIERO MAS QUIERO MAS,MAS, MAS, MAS, MAS, MAS, MAS, MAS, MAS, MAS, MAS!
    Buenisima la nove!
    Un beso!
    Juli♥

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  2. ay me muerooo!!Te juro que llore!pobre Peteeeeer!!!maaaaaaaas profavooooooor!!!

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  3. ME MUEROOOOOOOOOOOOO! Quiero el proximo YAAAA!

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