Llego el final!!!! Espero les haya gustado la nove!! Muchas gracias a las que lo leyeron, a las que firmaron y siempre me dieron para adelante!! :D Capaz suba otra nove!
Espero les guste!!!
Capitulo 20
Cuando Pepo se fue, Peter
se levantó del suelo y medio se arrastró a la cama. Durmió hasta la mañana
siguiente y al despertar sintió como si hubiera sido atropellado por un
monstruoso camión. Tomó una ducha, pero no se sintió mucho mejor. Le dolía la
parte posterior de la cabeza y tenía un ojo morado. Y eso no era lo peor de
todo. La certeza de que Pepo tenía razón era mucho peor. Había echado a Lali de
su vida. Había pensado que la podría borrar de sus pensamientos. Había pensado
que se sentiría mejor. Pero nunca se había sentido tan mal.
¿Eres un cobarde de
mierda?
En lugar de luchar por Lali, había retomado las viejas costumbres. En lugar de
correr el riesgo, la había herido antes de que ella le lastimara a él. En lugar
de correr el riesgo, había huido. En lugar de agarrarla con ambos brazos, la
había apartado de su lado.
Le había dicho que lo
amaba, y se preguntó si lo habría fastidiado todo. Era posible que no mereciera
su amor, pero lo quería. ¿Y si ya no le amaba? Preguntaba esa molesta vocecita.
Había hecho que lo amara una vez. Lo podría conseguir de nuevo.
Se vistió y salió por
la puerta dispuesto a correr el riesgo más grande de su vida. Condujo hasta el
apartamento de Lali, pero no estaba en casa. Era sábado, y la peluquería
también estaba cerrada. No era una buena señal.
Fue a casa de su madre,
pero Gwen ni se dignó siquiera a dirigirle la palabra. Miró en el garaje para
saber si Lali estaba escondiéndose y evitándole. El Cadillac de Henry estaba
dentro. El pequeño Miata amarillo no.
La buscó por todo el
pueblo, y cuanto más la buscaba, más desesperado estaba por encontrarla. Quería
hacerla feliz. Quería hacerle una casa en Angel Beach o donde fuera que
quisiera. Si quería vivir en Phoenix o Seattle o Chattanooga, o Tennessee, no
le importaba, mientras él viviera allí con ella. Quería el sueño. Quería todo.
Ahora todo lo que tenía que hacer era encontrarla.
Preguntó a Cande, pero
no había hablado con Lali. Cuando la peluquería siguió cerrada la mañana del
lunes, Peter visitó a Max Harrison.
—¿Has hablado con Lali?—
preguntó al entrar en la oficina del abogado.
Max levantó la vista y
se tomó su tiempo antes de contestar.
—Me llamó ayer.
—¿Dónde está?
Otra vez se tomó su
tiempo.
—Supongo que lo sabrás
pronto de todas maneras. Ha dejado el pueblo.
Las palabras lo
golpearon en el pecho como si lo hubiera atropellado un todoterreno.
—Mierda—. Peter se
hundió en una silla y frotó su mandíbula con una mano—. ¿Dónde ha ido?
—No me lo dijo.
—¿Cómo que no lo hizo?—
dejó caer su mano sobre el muslo—. Dijiste que te llamó.
—Lo hizo. Llamó para
decirme que había dejado el pueblo, y que había roto las condiciones del
testamento. No me dijo ni a dónde iba, ni que iba a hacer. Le pregunté, pero no
me lo dijo. Supongo que pensó que se lo diría a su madre antes de que ella
quisiera que Gwen lo supiera—. Max inclinó la cabeza hacia un lado—. Esto
quiere decir que consigues la parte de Lali. Felicidades, ven en junio, y lo
tendrás todo.
Peter sacudió la cabeza
y se rió sin humor. Sin Lali no había nada. No tenía nada. Miró al abogado de
Henry y dijo:
— Lali y yo mantuvimos
una relación sexual antes de que se fuera del pueblo. Díselo a Frank Stuart y
hacer lo que sea que tengáis que hacer para aseguraros que ella recibe esas
propiedades en Angel Beach y Silver
Creek.
Max lo miró sumamente
indignado y harto de todo ese lío. Peter conocía la sensación.
Dos semanas después de
visitar a Max, todavía no sabía nada. Había perseguido persistentemente a Gwen
y Max Harrison, y había llamado a la peluquería en la que Lali había trabajado
en Scottsdale. No habían sabido nada de ella desde que los había dejado en
junio. Peter se estaba volviendo loco. Ya no sabía donde buscar. Nunca sospechó
que debería haber preguntado a su propia familia.
—Oí que Lali Espósito
está trabajando en Boise, —mencionó Pepo casualmente mientras tomaba una
cucharada de sopa.
Todo dentro de Peter se
calmó y contempló a su hermano. Pepo, Sophie y él estaban sentados en la mesa
del comedor de su madre para el almuerzo.
—¿Dónde lo oíste?
—A Cande. Me dijo que Lali
estaba trabajando en la peluquería de su primo Ali.
Lentamente Peter bajó
la cuchara.
—¿Cuanto hace que lo
sabes?
—Unos días.
—¿Y no me lo dijiste?
Pepo se encogió de
hombros.
—No pensé que lo
querrías saber.
Peter aguantó. No podía
decidir si abrazar a su hermano o golpearlo en la cabeza.
—Sabías que lo querría
saber.
—Puede que pensara que necesitabas
recapacitar antes de verla otra vez.
—¿Por qué querría Peter
ver a esa chica?— preguntó Benita—. Lo mejor que hizo nunca fue dejar el
pueblo. Por fin está pasando lo correcto.
—Lo correcto hubiera
sido que Henry aceptara su responsabilidad hace mucho tiempo. Pero no tuvo
ningún interés por mí hasta que se le acabó el tiempo.
—Si no fuera por esa
chica y su madre, te habría aceptado hace muchos años.
—Y los monos podrían
tener alas en el culo, —dijo Sophie mientras se echaba sal y pimienta, — pero
lo dudo.
Pepo levantó una ceja
con asombro mientras Peter se reía.
—Sophie, — Benita se
quedó sin aliento—. ¿Dónde oíste ese horrible lenguaje?
Hubiera podido ser en
un buen número de lugares, comenzando por su padre y su tío y terminando con la
televisión. Su respuesta asombró a Peter.
—A Lali.
—¡Oye!— Benita se
levantó y se movió hacia Peter—. Esa chica no es buena. Mantente lejos de ella.
—Eso va a ser un poco
de difícil cuando conduzca a Boise para encontrarla. La amo, y le voy a pedir
que se case conmigo.
Benita se detuvo y puso
una mano en su garganta como si Peter la estuviera estrangulando.
—Siempre has dicho que
querías que fuera feliz. Lali me hace feliz, y ya no voy a vivir más sin ella.
Voy a hacer lo que sea necesario para que vuelva a mi vida—. Hizo una pausa y
miró la cara atontada de su madre—. Y si no puedes alegrarte por mí, será mejor
que te mantengas alejada hasta que lo puedas fingir.
A Lali le horrorizó
reconocerlo, y ciertamente nunca lo admitiría en voz alta, pero echaba de menos
las ondas. En realidad, echaba de menos a Wannetta. Pero era mucho más grave
que echar de menos a la vieja cotilla. Echaba de menos vivir en Truly.
Extrañaba vivir en un lugar donde todo el mundo la conocía, y dónde también
conocía a todo el mundo.
Ella quitó las pinzas
de los tirantes de su tirolés y los colocó en su puesto de trabajo. A ambos
lados, peluqueras cortaban y peinaban en la moderna peluquería del centro de
Boise. El salón de belleza de Ali estaba ubicado en un almacén rehabilitado, y
todo era muy moderno y nuevo. El tipo de peluquería que a ella siempre le había
gustado y en la cuál antes hubiera amado trabajar, pero ahora era diferente. No
era suya.
Alcanzó una escoba y
barrió el pelo de su última clienta. Durante diez años había vivido en lugares
donde no tenía pasado, ni historia, ni enemigas perpetuas de la escuela. Había vivido en cuatro estados
diferentes, siempre buscando algo, el lugar perfecto para establecerse. Su vida
había completado el círculo, y lo más irónico de todo era que había encontrado
el lugar perfecto exactamente donde lo había dejado. Se sentía como Dorothy en El
Mago de Oz, sólo que nunca podría volver a casa. No ahora.
Boise era una bonita
ciudad y tenía mucho que ofrecer. Pero no tenía un Santa Claus con tanga o un
desfile cada día de fiesta. No tenía el ritmo ni el latido de un pequeño
pueblo.
No tenía a Peter.
Terminó de barrer el
pelo en un montón, entonces cogió un recogedor. No tener a Peter en la misma
ciudad le debería haber hecho sentirse mejor. Pero no la hacía. Lo amaba, y
supo que siempre lo haría. Deseó poder seguir adelante y olvidarse de Peter Lanzani,
pero ni siquiera se podía obligar a marcharse del estado. Le amaba, pero no
podía vivir cerca de él. Ni por tres millones de dólares. La decisión de irse
no había sido tan difícil. No había nada que pudiera hacer que se pasara los
siguientes cinco meses viendo a Peter con otras mujeres. Ni por todo el dinero
del mundo.
El timbre de la puerta
sonó mientras Lali vaciaba el pelo en una papelera. Oyó un femenino suspiro
colectivo en los otros puestos de trabajo y el ruido sordo de botas.
—¿Te puedo ayudar?
—Gracias — dijo
dolorosamente una voz familiar—. Encontré lo que estaba buscando.
Ella se giró y miró a Peter
a un brazo de distancia.
—¿Qué quieres?
—Quiero hablar contigo.
Él se había cortado el
pelo. Un rizado mechón oscuro y caía sobre su frente. Le quitaba la respiración.
—Estoy ocupada.
—Dame cinco minutos.
—¿Tengo alguna opción?—
preguntó, esperando que él dijera que no y así poder mandarlo al infierno.
Él cambió el peso de
pie y metió las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros.
—Sí.
Su respuesta la desarmó
y se volvió a Ali, quien trabajaba en el siguiente puesto.
—Vuelvo en cinco
minutos, — dijo y se dirigió a la puerta. Con Peter justo detrás de ella, entró
en el vestíbulo y se detuvo al lado de un teléfono público—. Tienes cinco
minutos—. Se apoyó contra la pared y cruzó los brazos sobre sus pechos.
—¿Por qué te fuiste del
pueblo tan deprisa?
Ella se miró los pies,
metidos en unas nuevas plataformas de cuero. Las había comprado para sentirse
mejor, pero no había ayudado.
—Necesitaba irme.
—¿Por qué? Querías todo
ese dinero.
—Evidentemente
necesitaba más irme de lo que quería todo ese dinero.
—Hablé con Max sobre
nosotros. Ángel Beach y Silver Creek te pertenecen ahora.
Ella se contuvo con
fuerza, luchando por no estallar. No se podía creer que hablaran de una
estúpida propiedad que no le importaba lo más mínimo.
—¿Por qué se lo
dijiste?
—No me pareció correcto
quedarme con todo.
—¿Eso es lo que querías
decirme?
—No. Vine para decirte
que sé que te hice daño y que lo siento.
Ella cerró los ojos.
—No importa — dijo
porque quería que no le importara—. Dije que te amaba, luego llamaste a Gail
para que fuera a tu casa para acostarte con ella.
—No la llamé. Sólo
apareció, y no tuvimos relaciones sexuales.
—Vi que las ibais a
tener.
—No pasó nada. Y no iba
a pasar nada. Viste lo que yo quería que vieras, pensaste lo que quise que
pensaras.
Ella levantó su mirada
a la de él.
—¿Por qué?
Él aspiró profundamente.
—Porque te amo.
—No tiene gracia.
—Lo sé. Nunca he amado
a ninguna mujer más que a ti.
No lo creyó. No
podía creerle y arriesgar su corazón otra vez. Dolía demasiado
cuando se lo rompía.
—No, te gusta
confundirme y volverme loca. En realidad, no me amas. No sabes lo que es el
amor.
—Bueno, creo que lo sé—.
Bajó las cejas y dio un paso hacia ella—. Te he amado toda mi vida, Lali. No
puedo recordar un día en que no lo hiciera. Te amaba el día que prácticamente
te dejé inconsciente con una bola de nieve. Te amaba cuando pinché la rueda de
tu bicicleta para poder acompañarte a casa. Te amaba cuando te ví escondida
detrás de las gafas de sol en el Value Rite, y te amaba mientras estabas
colgada por ese hijo de puta perdedor de Tommy Markham. Nunca olvidé el olor de
tu pelo o la textura de tu piel desde la noche que te subí al capó de mi coche
en Angel Beach. Así que no me digas que no te amo. No me lo digas — Su voz
tembló y la señaló con el dedo—. No me digas nada de eso.
Lali parpadeó y se
clavó las uñas en los brazos. No quería creerle, pero al mismo tiempo, quería
creer en él más de lo que quería vivir. Quiso al mismo tiempo lanzarse a sus
brazos y machacarlo a puñetazos.
—Esto es totalmente
típico de ti. Cuando ya me tienes convencida de que eres un enorme imbécil,
quieres que piense que no lo eres—. Una lágrima cayó de sus ojos y se la quitó
con el dorso de la mano—. Pero realmente eres un imbécil, Peter. Me rompes el
corazón, ¿y ahora crees que puedes venir aquí y decirme que me amas y se supone
que tengo que olvidarlo todo?— Terminó antes de perder el control y echarse a
llorar.
Peter pasó sus brazos
alrededor de ella y la retuvo contra su pecho. Ella no lo sabía, pero no tenía
ni la más mínima intención de dejarla ir. No ahora. Jamás.
—Lo sé. Sé que he sido
un imbécil, y no tengo ninguna excusa. Pero tocarte y amarte, y pensar que
planeabas dejarme, me sacó de quicio. Después de que hiciéramos el amor la
segunda vez, comencé a pensar que tal vez quisieras quedarte conmigo. Comencé a
pensar en nosotros despertando juntos todos los días durante el resto de
nuestras vidas. Incluso pensé en niños y tomar algunas de esas clases de
respiración cuando te quedases embarazada. Tal vez comprar un monovolumen. Pero
entonces Gwen llegó a su casa, y le dijiste que te irías, y pensé que había
estado fantaseando otra vez. Tuve miedo de que realmente te fueras, así que
hice que me dejaras antes. Pero no pensé que te marcharías del pueblo—. Desde
dentro de su chaqueta de cuero ella inhaló por la nariz pero no habló. Ella no
le había dicho que lo amaba y él se sentía morir por dentro—. Por favor di
algo.
—¿Un monovolumen? No te
pega nada un monovolumen.
No era exactamente lo
que él esperaba, pero tampoco era mala señal. No lo había mandado al infierno.
—Te compraré lo que sea
que quieras si me dices que me amas.
Ella lo contempló. Sus
ojos estaban mojados y su maquillaje corrido.
—No tienes que
sobornarme. Te amo tanto que no puedo pensar en nada más.
El alivio lo inundó y
cerró los ojos.
—Gracias a Dios, tenía
miedo que me odiaras para siempre.
—No, ese ha sido
siempre mi problema. Nunca te pude odiar aunque debería haberlo hecho, —dijo
con un suspiro y metió sus dedos entre su pelo corto—. ¿Por qué te cortaste el
pelo?
—Me dijiste una vez que
me lo cortara—. Le limpió las lágrimas con los pulgares—. Pensé que podría
ayudar a convencerte.
—Te queda bien.
—Eres maravillosa—. La
besó suavemente, saboreando sus labios. Su lengua entró en su boca y tocó la
suya con una suave caricia que tenía intención de drogarla mientras le cogía la
mano izquierda y le deslizaba un solitario con un diamante de tres quilates en
el dedo anular.
Ella echó para atrás y
bajó la vista hacia su mano.
—Podías preguntarme.
—¿Y darte la
oportunidad de que me digas que no? Jamás.
Lali negó con la cabeza
y le devolvió la mirada.
—No te diré que no.
Él aspiró profundamente.
—Mariana Espósito, amor
de toda mi vida, prometo cuidarte siempre, no dejar que nadie jamás te lastime
con una bola de nieve –ella rió- amarte inclusive en las mañanas cuando crees
estar como un adefesio aun cuando eres lo mas hermoso que he visto. –ella lo
miraba con ojos llorosos- ¿Te casarías conmigo?
—Sí, porque siempre te
he amado, incluso antes, cuando me golpeabas con bolas de nieve o te burlabas
de mi, te he amado desde la primera vez que te vi cuando estabas en el patio de
Henry, escondido tras los arbustos, desde el primer dia que te vi.—. Se puso de
puntas de pie y lo beso, con el amor que siempre sintió por él, con el amor que
no podía reprimir aunque quisiera. Luego envolvió los brazos alrededor de su
cuello y le besó la garganta—. Ahora llévame a casa.
—No sé donde vives.
—No. Quiero decir a
Truly. Llévame a casa.
—¿Estás segura?—
preguntó él, sabía que no la merecía, ni la felicidad que inundaba su pecho
pero iba a agarrar todo con las dos manos—. Podríamos vivir donde quieras.
Puedo traer el negocio de vuelta a Boise si quieres.
—Quiero ir a casa.
Contigo.
Él retrocedió un poco
para leer en sus ojos.
—¿Qué puedo darte
viendo todo lo qué me has dado?
—Sólo ámame.
—Eso es muy fácil.
Ella negó con la cabeza.
—No, no lo es. Ya has
visto la pinta que tengo por las mañanas, y no te creo que estoy hermosa ya que
he podido verme.— Extendió la mano sobre su pecho y estudió su dedo— ¿Qué puedo
darte yo? Obtengo un tío realmente guapo y que está para comérselo por la
mañana, y también un
gran anillo. ¿Qué ganas tú?
—Tengo lo único que
quise siempre—. La abrazó y sonrió—. A ti, Fierecilla.